sábado, 26 de enero de 2013

Entrevista con el psicólogo

Bueno.... aquí les anexo un poco de mi imaginación... este es el primer capítulo de una novela que estoy creando. La cual un día desperté y quise escribir. Creo que a veces los escritores no tenemos frenos cuando se nos ocurre algo... espero comenten que les parece :)

                                                                         I

Entrevista con el psicólogo

Entré a la sala y vi la silla, tal como la usan en las películas, perfecta para contar lo que me estaba pasando. Deseoso de sucumbir de una vez en mis males, me dirigí a ella y caí sin pensarlo en un trance. Recordé porque estaba ahí. Sin duda alguna porque estoy loco. ¿Pero qué es la locura?


En realidad cualquiera puede llegar a ser loco. Es tan fácil serlo, sólo tienes que hacer y decir las cosas que te cataloguen completamente como un demente. No hace falta comportarse bien, quizás hacerlo lo convierta también a uno en un loco.
Andrew Williams, así se llamaba el psicólogo. Diría que no están tan cuerdos como uno se imagina. Creen que pueden resolver los casos de locura, cuando forman parte de ellos.
Matar a una persona no es pecado si te arruina la vida, todos hemos deseado alguna vez en la vida que alguien se muera. Que se desaparezca de nuestro alrededor, porque al fin y al cabo nos está destruyendo la existencia. Maté a una adolescente de 12 años. Me estaba molestando su presencia en el mundo. La degollé y asfixie con mis manos porque simplemente estaba molesto con mi mujer y vi a mi hija como un estorbo en nuestra vida. La discusión había sido porque no lleve a la chica temprano al colegio ¿Y qué? ¿No podía perderse un día de examen? ¡Puto sistema mundial de monotonía diaria! Naces, estudias, te reproduces y mueres ¿En qué momento vives?  
No creo poder diferenciar qué sentido tiene para el hombre estar con una fémina, si lo único que causan son molestias. No les falta una excusa para pelear, no pueden estar tranquilas sin recordarte que eres el malo y ellas las perfectas.


El psicólogo escuchaba con atención como el hombre contaba la historia de la tragedia, expectante y sin arrepentimientos. “Lo sacan a uno de sus cabales doctor”, decía Mathew Sanz, quien estaba internado en el “loquero” municipal donde se encontraban. “Ahora que llore a la hija y que acumule las peleas para un imbécil que se la aguante”.


Era irremediable estar todos los días sentado en la silla, escuchando una y otra vez las anécdotas de una sociedad perdida. Drogadictos, alcohólicos, estudiantes asesinos, madres con estrés…  un mundo cada vez peor. Andrew esperó que Mathew terminara de contar su historia y culminó la charla con un: “Continuamos mañana”.
Luego de que los paramédicos se llevaran al loco, salió de la lóbrega oficina para almorzar.

-          ¡Épale! ¿Cómo estuvo la sesión de hoy? – le preguntó Tom Fernández, el portero del hospital cuando estaba saliendo.
-          Bueno igual que siempre, un demente tras otro – respondió Andrew y bajó precipitadamente las escaleras para dirigirse a su automóvil.

Tom Fernández repasó con cuidado los cigarrillos que le quedaban en el cinturón. Acostumbraba esconderlos porque la cajetilla había aumentado una barbaridad y no pretendía alimentarle el vicio a nadie. Indiferente cogió uno del montón y empezó a fumarlo para sacudirse el estrés de un trabajo tan sofocante. El sudor le mojaba la frente. Lo único que calmaba el terrible sol era la débil brisa que de repente hacía ondular las hojas de los árboles afuera del hospital.
Una moto con dos individuos se estacionó de repente en el área principal de la entrada. Ambos cargaban chaquetas anchas de cuero negro que les formaban unos grandes brazos que no tenían. Manejaron drásticamente hasta estacionarse frente a Tom. Enseguida lo amenazaron con una pistola, pretendiendo que le diera las pocas pertenencias que tenía en la cartera.

-          Dame todo ahí, viejo.

El hombre les dio unos pocos billetes que tenía pero no sin antes recibir un disparo que le cruzó la frente y lo dejó desparramado en el suelo de inso facto. Los desgraciados huyeron rápidamente del lugar, llevándose algunos de los cigarros que quedaron en el suelo, a pocos metros del manchón de sangre que ya comenzaba a formar parte del cemento. Los oyentes reaccionaron rápidamente frente al cuerpo inerte del anciano. Quien a sus sesenta y dos años de edad sólo mostraba unas pequeñas arrugas de pata de gallina a ambos lados de sus ojos y con una mirada despavorida había fallecido sin esperarlo en el siniestro vestíbulo.

-          Era una persona muy buena, no merecía morir así – decía Samantha Sifontes, testigo del homicidio, en la puerta de la morgue. Mientras esperaba que trajeran el cuerpo para el respectivo tratamiento de autopsia.

Su hija Sara, de 15 años, esperaba junto a ella en la entrada y repasaba  con la mirada los ladrillos del lugar, por donde se veían algunos hoyos de balas que se habían disparado en otras oportunidades. La conmoción que sentía no se comparaba con nada en el mundo, sólo con la dura realidad de un país en el que todos los días matan a alguien nuevo. Increíble el hecho de leer los periódicos y ver de repente el nombre de tu familiar en primera plana. Las fotos sensacionalistas de miles de fotógrafos con la competencia de lograr el tubazo del día. Como si el dolor ajeno fuera el pago de un día de guardia.

Camilo Ferrer, fotógrafo de “La Gran Manzana” veía como muchas personas de la estancia repasaban entre sollozos que el individuo había sido una gran persona durante toda su vida.
- Pobre, hay que ver que cuando uno se muere todo el mundo te quiere, hasta los que siempre te quisieron ver muerto – pensaba el artista, examinando el ángulo más perfecto para hacer la toma rápido, sin ruido ni borrones. 

Indiferente a la realidad, lo único que esperaba el reportero gráfico era sacar la mejor  foto para que el diario al otro día aumentara sus ventas.
En realidad, a pesar de ser el mejor periódico local, tenía que competir con muchos otros que sin duda le hacían la competencia. Por ello, mientras más sangrientas y crudas fueran las fotos, muchísimo mejor.
Eso era lo que le apasionaba a la gente de la sociedad. En el momento en que compraban un diario, volteaban el volumen para admirar estupefactos cuantos delitos se habían cometido ese día. “72” homicidios en un día, una cifra que a muchos les parecería una barbaridad era común en los periódicos todos los días. Sobre todo si ningún lector se imaginaba que al salir a la calle fuera a ser sorprendido con la muerte.

- Perfectas tomas Ferrer, te felicito. Ya tengo la que va para la primera página – le dijo Manuel Semblante, director del diario al terminar de revisar las imágenes para hacer el cierre del día y proceder a ordenar la impresión del ejemplar.
- De seguro mi Señor, ya con eso aumentan las ventas del periódico en las calles. Hasta los pregoneros van a tener su día hecho – agregó Ferrer sonriente y tomando la cámara entre sus manos para revisar las mismas fotos que había bajado a la computadora y saldrían al otro día en el impreso. 

"El más allá..."



El reloj se escucha a lo lejos... marca su tic-tac característico... difícil de escuchar a metros de distancia, pero en el momento en que te acercas al objeto con dos agujas sientes el correr de los segundos y minutos, que pausadamente evaporan el tiempo que te queda.

Fueron al parecer los mismos seres humanos los que empezaron a contar el universo... 365 días al año que corren bajo nuestros pies y aunque estemos estáticos en un lugar, ese relojero sigue sentenciando el final. 

Sin fijarnos en el porvenir, éste va ganando espacio en el cuerpo. Con juventud desafiamos al destino, incapaces de anticiparlo, pero no podemos ser ajenos a los cambios que ocurren alrededor. 

Aquellas lejanas décadas cuando las manos de nuestro padre eran rígidas y fuertes, sus brazos musculosos nos cargaban sin molestias y su sonrisa no dibujaba en su tez esas "patas de gallina", a ambos lados de sus ojos.

Aún recuerdo cuando de pequeña me decía con gracia que algún día sería viejo, remedaba a los de la tercera edad con la parodia de un bastón y la falta de dientes. 

No podría olvidar la risa estridente que hacia retumbar toda la casa de entusiasmo, la cual se fue consumiendo poco a poco en el silencio...

Sería imposible omitir el cabello oscuro de mamá, que hoy se pinta de canas... No podría obviar su perfume cada mediodía al llegar del trabajo, el olor dulce que llenaba su armario, el cual me costaba escalar sin ayuda de una silla, por la poca estatura de mi niñez.

Hoy, mi tamaño supera el suyo, y aunque su olor sigue siendo el mismo, va acompañado poco a poco de menos esfuerzos en casa.

Y tus abuelos no escapan de la lista, mientras sus pasos se dificultan por el pasillo, su cuerpo se vuelve frágil como el de un niño y sus movimientos se convierten en lentas notas que van marcando pausas en el horario.

O aquellos parientes de los que solo conservas retazos mínimos en el cerebro, como fugaces reflejos que a veces parecieran desaparecer llevándose el tono de su voz, el color de sus ojos, la forma de su nariz, la textura de su cabello… esas evocaciones que siguen siendo las más valiosas aunque las puedas contar con los dedos de esa infancia que ya perdiste.

No debería dejar pasar aquellas fotografías que inundan las paredes, los álbumes y las mesas del hogar, con personajes de los que has escuchado hablar pero que aún con todos tus años jamás te dijeron adiós.

Espacios que quedan vacios, habitaciones donde lo que sobra es mutismo, luces que más nunca se han prendido; prendas que siguen intactas en las gavetas, esperando quizás que vuelva su propietario, añorando tal vez que una nueva mudanza las haga variar de su estatismo.

Y te vas preocupando por cada malestar que pueda tener alguno de tus seres queridos, porque no estás acostumbrado a verlos desfallecer.

Realmente ese sentimiento es tan extraño que inunda tu ser... el no saber qué pasará, como si estuvieras ante un millón de personas y de repente te dijeran que tienes que dar un discurso ¡Sin saber ni siquiera el porqué ni el cómo!

Es esa chispa la que desconoce tu corazón, porque no está acostumbrado a adaptarse a una pérdida. Que diferencia de cualquier otro afecto... Diría que es el peor de todos, porque solo puedes reaccionar ante el suceso...

Podemos pensar infinidad de cosas durante los días que pasan, pero rara vez quieres recordar a la fulana MUERTE... aquella que podría ser considerada como un tabú hasta que sientes que está tocando la puerta.

Que distinto es creer que todo seguirá igual... conservar la inocencia de niño, y no ir creciendo, topándote con nostalgias en el camino.

Sabes que al final cada quien va escogiendo su rumbo. Aquellas personas que acostumbraban reunirse contigo para planear aventuras de adolescente van haciendo su vida en pareja, teniendo hijos... Y vamos uniéndonos al ciclo irrefrenable de la evolución humana... que al igual que el tiempo de un reloj, va en redondo, semejante a la tierra sobre su propio eje... cambiando la estación, el año, los números... la EDAD. 

Esas manos que alguna vez tocaste y eran lisas, se llenan de arrugas... Aquel rostro juvenil se va surcando de marcas, que cambian el aspecto, pero no la enseñanza adquirida con los años. No borran la memoria, porque la edad  y la experiencia potencian el aprendizaje. Tal como el dicho de que "los viejos saben más y por eso echan tantos cuentos”.

Como una cadena tú también sucumbes ante el mal, vas creciendo y envejeciendo. Tu cabello se va aclarando, tu piel va perdiendo flexibilidad, tus fuerzas enflaquecen… tus sonrisas se marchitan regalando flores a los que ya no están.

Y el óbito no pide permiso, no pregunta cuándo, ni dónde, ni porqué… ya sea por accidente, enfermedad o longevidad te pisa los talones y nunca deja decir tus últimas palabras.

Puede que mañana estas líneas sean recuerdos, olvidados en un cajón, que atacará sin duda el polvo. 

A futuro de seguro saldrá una nueva profecía hablando disparates del fin del mundo, de un infierno ardiente, de un cielo para justos e injustos, de reencarnaciones; pero cabe acotar que la verdad no está en manos de nadie, solo de Dios...

Y quizás ese MÁS ALLÁ como lo pintan es solo un sueño profundo del que despertaremos el día que volvamos a ver a nuestros seres queridos, los únicos que son razón de felicidad en este mundo…

Una profecía real es "que polvo somos y en polvo nos convertiremos" y que de ese verdugo inevitable no nos salvamos.  

Nadie puede huir... ni de la muerte, ni del tiempo.

viernes, 25 de enero de 2013

Inspiración



Me veo en la necesidad de escribir sobre lo primero que nos motiva a escribir… la inspiración.


¿Cómo comenzar un texto, una página en blanco cuando no tienes nada que decir? Pocos caracteres van surcando las líneas y convierten poco a poco las letras en palabras y luego en textos…

Escritos que salen de nuestra mente, que en muchas oportunidades dan a conocer vivencias propias o análisis de acontecimientos que de repente se toparon en nuestro camino.

Pocas veces podemos comenzar una hoja sin saber primero que vamos a decir, qué queremos dar a conocer a la sociedad o qué pequeño lugar de nuestro pensamiento nos atrevemos a revelar sin miedo.

Pero no hay algo que nos relaje más que escribir, quizás por el hecho de que por ese momento somos libres de decir lo que queremos, sin tabú, sin frenos, sin leyes y mucho menos sin jefes que nos reprueben por lo que estamos haciendo…. Y no podemos permitir que nadie nos quite la potestad de tener un estilo, un nombre propio, un calificativo que nos identifique ante el resto de escritores que saben cómo darse a conocer.

Para cada pluma hay un nombre… y cada cual tiene su estampa en el mundo. Así como cada voz es diferente por su canto, y cada pintor por su estampa... así cada escritor tiene su cualidad.

Hay quienes tienden a ser francos, otros sagaces, concisos, bizarros, románticos, dulces, bohemios, alegres, graciosos, poetas… pero todos forman parte del universo de las palabras.

Y cada carácter, sin importar el idioma, demuestra una sabiduría particular. Porque si algo tiene el que escribe es que siempre lo hace con un motivo, y esa causa proviene de algún tipo de desahogo,  bueno o malo.

¡MIRADAS!



Ojos tristes, hermosos, alegres, con luz u oscuridad.

Pestañas que mueve el viento y no nos damos cuenta… Expresiones que se revelan con las pupilas... 

Cuando te acercas y no percibes lo que quiero decirte, con el matiz que asoma de esos círculos de colores, que no se cansan de verte.

Ojos que revelan pequeños rayitos de esperanza, como un cielo minado de estrellas luminosas, que anhelan ser observadas. 

Miradas que llaman, otras que sonríen…

Miradas simpáticas, odiosas, hipócritas, sinceras, indescifrables, misteriosas, celestiales...

Lee el silencio cuando cierro mis ojos y quiero abrirlos para no perderte de vista… porque no quiero que te alejes de mí… sólo el hecho de tenerte tan cerca es querer estar en la eternidad y el paraíso… ese lugar que no sé si podré alcanzar… pero no quiero olvidar y dormirme, sabiendo que puedo despertar sin tenerte…

Así como cuando sueñas y quieres hacer un deseo realidad, tu presente es mi deseo latente.

Mi mirada, aquella que se pierde con la tuya… y es como que te pudiera tocar con la vista, cuando al igual que yo sabemos lo que nos gusta. Miradas que transmiten la esencia del amor y de la pasión. Saber que es fácil amar y ser amado.

Aún si nuestros cuerpos se tocan, pero no nuestros ojos… Yo sé que esas pupilas son las puertas a nuestra unión, que se fusiona al unísono. Como una cátedra que nos toca aprender, porque apenas somos aprendices en la materia y profesores para educar al corazón.

Miradas que lloran y otras que quieren ser felices….

Y podrías regalar todas las miradas a la sociedad… aquellas que muestran carisma, cordialidad, educación e impaciencia… pero nunca podrías revelar que tiene una que está enamorada… la que sólo surge una vez de verdad, con ese rayito de luz y de felicidad. 

Podríamos ilusionarnos mil veces sin pensar… querer a distintas personas ... pero una única vez amamos con la vista, aquella que sensible no ve imperfecciones… la que entrega su esencia misma. 

El picaflor




“Caramba caballero ¡Qué sorpresa conocerlo! No me esperaba que sus dulces palabras sean como el néctar de las flores, aquel que los colibríes mueren con las ansias de saborear”.

Y así son los “Picaflor”. Seres humanos que si fueran inanimados serían un néctar, aquella ácida sustancia, indigerible a los hombres, pero escondida en el centro de las flores. Se comparan a esas plantas pigmentadas de diversos colores. Y deslumbran cuando pasas como si te picaran un ojo para que veas su hermosura, sonriendo con la comisura de labios que nunca manifiestan.

Todos son hechos de la misma sustancia. Todos se adiestraron en la materia de la vida, que conoce y percibe las emociones para poder dominarlas.

Desconocemos que nos ata a sus caricias. Simplemente son expertos en la lingüística del enamoramiento, pero principiantes en la cátedra de los sentimientos.

Ellos entablan las conversaciones perfectas que necesitamos escuchar, pero no están dispuestos a enseñarnos a olvidar.

Te capturan, cual presa fácil en su red. Y van llenando su carga poco a poco, con joyas que al igual que tú siguen la corriente.

Es un aroma dulce, como el néctar de las flores para los colibríes. Sólo que las apariencias engañan cuando cada quien juzga por su condición. Para ellos, su sabor es como la miel de las abejas, pero realmente la quimera es un trago amargo. Una vez que cruzas la barrera de la ilusión a la costumbre, te convences de que como un vicio no puedes dejarlo. Una vez que probaste ese alimento, la experiencia te lo enseña. Y si te gusta, te enloquece.

¿Pero cómo conquistar un corazón que no sabe más que del arte de alardear? ¿Cómo puedes demostrarle que eres diferente de las demás?
Ellos sólo miran desde su percepción, por muy baja o alta que seas, deslumbrante o sencilla, sólo pueden mirarte como una mina sin excavar. Dispuestos a luchar por entrar, a ver qué secretos guardas.

Pero así como el que busca tesoros y nunca sacia su sed, no están dispuestos a renunciar fácilmente a la exploración de lo que desconocen. Sólo saben que quieren encontrar algo, pero no lo ven en nadie.
Son capaces de pasar años detrás de las estrellas, y cuando se dan cuenta ya no tienen nada que buscar. Para ellos no existe el tiempo, aunque tú esperes que te encuentren.

Nunca se convencen de nada,  viven y dejan atrás las oportunidades.

Y tipo macho cabrío, juegan al que más tiene, suponen que ese es el más valiente. Su lección es la competencia, su galardón es llenar el armario con más trofeos que los demás.

Como "encantadores de serpiente" saben jugadas y manías. Sólo que las dominan cuando les conviene.  
Nada de lo que crees que es un misterio, es para ellos terreno desconocido.

Pueden descifrar sin mucho esfuerzo que es lo que queremos cuando ya logran conocernos. Es como que sin encontrarnos en la vida, ya nos hubieran visto antes.

Vuelven realidad la combinación del deseo y la necesidad. Nos atan a la existencia misma y a la vez nos desconectan de ella.

Somos como marionetas ambulantes que mueven de un lugar a otro. Ya no podemos decidir por nosotras mismas. Y aún así nos siguen endulzando y enloqueciendo. Dejamos de formar parte de nuestro cuerpo y nos volvemos un miembro del de ellos.

Poco a poco nos enviciamos de sus susurros. Cada noche o cada día vivimos de su teatro. No basta lo que recibimos, siempre queremos más.

Pero poco a poco aquello que buscamos, es lo mismo que los va desencantando. El principio para ellos se va convirtiendo en un final. La historia que apenas creemos que comienza, es poco a poco un desenlace.
Las flores se van marchitando hasta que mueren, dejando el néctar a la tierra y las raíces se encargan del nacimiento de nuevos capullos.
Como un ciclo que empieza y termina, así también ya nada es lo mismo...

Y recordamos los primeros días que quisiéramos que volvieran. Porque en esos momentos era bonito soñar cuando no sabíamos que esperar. Aún desconocíamos que el aroma de su piel no era lo que parecía ser. Que las rosas que perfumaban las mañanas en realidad iban hiriendo poco a poco con sus espinas, hasta derrumbarnos del dolor.

Y nos vamos instruyendo en la lección de la resignación. Con las ansías de perder la memoria, para no recordar los destellos que enloquecen el cerebro. Estrechamos la mano con el insomnio y guiamos nuestro sendero en sueños, para dominar la mente en cátedra de olvido y decepción.  

Y mientras atravesamos un proceso más largo que el inicio del trayecto, ellos se mantienen coleccionando joyas. Aquellas que como nosotras al principio, ansían conseguir un final feliz.
En lo desconocido somos aprendices y todo se repite en cadena. No hay final para lo inminente y el destino que ya presenciamos, es para ellos apenas un comienzo… Pero en otro terreno.

Freya Farcheg