“El
amor es sufrido, es benigno; el amor no tiene envidia, el amor no es
jactancioso, no se envanece; no hace nada indebido, no busca lo suyo, no se
irrita, no guarda rencor; no se goza de la injusticia, más se goza de la
verdad. Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor
nunca deja de ser” (1 Co 4-8).
Muchas veces nos
preguntamos qué es el amor. Aquel que nos hipnotiza en un primer momento y nos
desploma en otro… el único que es capaz de hacer permanecer la memoria en el
tiempo.
Tratar de definir el
amor es atormentar al cerebro. Alabar esa palabra sin detallar sus defectos es
ser embusteros. Suspirar con esas cinco letras es inevitable. Vivir sin ese
sonido al pronunciarlo es como dejar de concebir el oxigeno del que somos
dueños desde que llegamos al mundo.
Capaz
de herirte como un cuchillo cuando lo pierdes, penetrable sin frenos en la
carne, de eso que desangra sin pedir permiso. Con la capacidad de despertar los
peores miedos cuando vaga en una mente sin olvido. El amor es de esos guerreros
que han acumulado victorias y derrotas, y no dejan de insistir en llevarse todo
sin dejar rastros.
Y
los consejos están de sobra en cosas del amor, por más que los escuchamos, pocos
son los que seguimos cuando estamos encapsulados en sentimientos del corazón. Cómo
dejar de sentir lo inexplicable, jamás seremos capaces de impedir esa atracción
por lo incorrecto, o de querer a quien más nos ignora, de pertenecer a ese gran
porcentaje de humanidad que ama sin ser correspondido.
De
qué manera explicas que no estás interesada en querer sin gusto a quien si te
presta atención, que no es suficiente enjaular a los pájaros que sueñan con
volar vía al horizonte.
Cansados
de lo común, buscamos lo inesperado, lo que no se planifica, lo sorpresivo, lo
sencillo, un RETO... Agotados del qué dirán, de si es muy tarde para amar, de
si la edad importa más que lo que adores. ¿Acaso es imprescindible tener un
compañero al lado para hacer lo deseado? ¿Cuántas metas abandonamos por estar
acompañados? ¿No es mejor disfrutar la vida y dejar TODO a su tiempo?
Ahí
es cuando se reconoce que hay sentimientos que solo exteriorizamos una vez en
la vida. Así como los CD piratas nunca serán como los originales. En realidad
cada cariño tiene su magia, tal como la arena que aunque parezca uniforme, en cada
uno de sus gramos guarda su esencia.
Pocas
personas creen en la verdadera independencia, recriminan la capacidad de tomar
decisiones sin tener un compañero que apruebe o desapruebe las iniciativas.
Pero mientras más crece esa independencia individual, más difícil se te hace
tener ganas de compartirla.
Eso
se debe en parte a las experiencias propias. Si has aprendido a ser fuerte
porque te han tocado momentos duros que afrontar, es lógico que tu confianza se
minimice mientras más conoces gente. Día a día vas sufriendo transformaciones
más fuertes que te hacen cambiar como ser humano. Por ello es bueno dejar atrás
lo que no es capaz de cambiar contigo.
Dejamos
pasar el tiempo entre el SI y el NO. Nos preguntamos por qué alguien se aleja
de nuestro camino sin ni siquiera esperarlo y de repente regresa hasta años
después como si nada hubiera pasado, queriendo ocupar el mismo puesto, la misma
silla y conservar un idéntico valor que al principio del cuento; sin estimar que
así como las transformaciones se toparon en el rumbo del destino; así tampoco
somos los mismos.
Y
en la balanza de las afirmaciones y las negaciones dejamos escapar
oportunidades. ¿Pero cómo escoges si todo se vuelve complicado? Si fuera tan
fácil estar con quien amas, cumplir los sueños, conseguir lo que quieres y
tomar decisiones; no padeceríamos de miedos.
Aún
así es mejor sufrir persiguiendo la felicidad que aparentar serlo con aquello
que nunca nos hará sonreír. A quién engañamos estando con una pareja que vemos
más como un amigo o un hermano. ¿Es cómodo imaginarte unos años más tarde
compartiendo la misma cama con quién solo puedes ver con ojos de hermandad? “El
amor todo lo soporta”, pero tampoco puede destinarte a querer a medias. Los
sacrificios valen mientras sean con el corazón, no por obligación.
Destacando
esas diferencias que marcan los géneros y que no son tampoco tan distantes, los
hombres se la dan de ser muy fuertes pero su mayor miedo es la mujer.
Temen
a las féminas porque saben que una vez que la dama descubre su mayor debilidad
puede tener un dominio sobre él. Y eso es algo que detestan, sentirse
controlados.
Por
ello, cuando un hombre se enamora, tarda más en desenamorarse. Ya que cuando es
controlado y teme a la mujer que descubrió su “talón de Aquiles” sabe que
delante de ella no podrá ganar, porque a esa fémina fue que entregó su alma y
sus miedos.
En
cambio, las mujeres siempre ilusas y vacilantes podemos sentir temores, deseos,
pasiones y encontrarlos en lugares equivocados, pero no dejamos a medias la
batalla del amor. Siempre luchamos por encontrar en un nuevo amanecer la cura
de nuestras heridas. Ni siquiera morimos en el intento, porque no nos cansamos
de intentar.
Y
te topas con esa cajita musical que integra al amor. Mientras suena la melodía
nos hipnotiza, y no paramos de escucharla. Una vez que se apaga pierde su
magia. Y sucede así cuando no eres correspondido. Como un techo en plena noche…
sin límites… como un callejón sin salida, negro y vacío.
Entre
la soledad de querer refrenar esas ganas de estar con un ser querido, las que
están en la mente y se pasan al cuerpo y en realidad no se pueden calmar. Es más
que deseo, tentación, placer, anhelo… es una energía que te sacude por completo,
porque en ese momento eres capaz de llegar al infinito… ese lugar que no tiene
límites y del que no quieres alejarte si estás con quien quieres.
También
hay quienes se acostumbran a estar con quienes no aman, pero si necesitan. Se
amoldan a caricias que no esperan, se dejan arrastrar por valores como la
compasión, dulzura, flaqueza, humildad, amistad y entrega.
Pero
esa realidad ya entraría en el margen de lo que es la decisión. Cuando a pesar
de que el amor por una persona sea
fuerte e irrefrenable, las circunstancias no determinen esa unión, sino la decisión
de estar o no estar con ella. Y en esa balanza se necesita la mente de ambos,
que piensen y anhelen lo mismo… que luchen por los deseos de dos corazones,
capaces de ir contra la corriente del destino.
Y
mientras el rostro diga que no, el corazón va a gritar que sí. Tarde o temprano
nos damos cuenta que no son las personas las que giran en torno a un suceso
pendiente, somos nosotros quienes no miramos adelante luego de que nos dejan,
mientras el mundo da vueltas, la sociedad cambia, vemos nuevos romances y la
historia sinfín sigue… tú eres quien no se da la oportunidad de encontrar a
alguien más y ser feliz.
Luego
nos topamos con el bajo porcentaje de casos en los que creemos que alguien no
está pendiente de uno y sí lo está. Y a pesar de que los separe la distancia,
siempre te recuerda y no lo demuestra. Solo el tiempo dirá si volverán a
reencontrarse o simplemente esa etapa será cerrada.
Y
podrás ser impaciente para cualquier otro tipo de sentimiento, pero jamás para
el amor, es el único sentir con el que guardamos la esperanza de conseguirlo
hasta el último segundo. Nunca es demasiado tarde para encontrarlo, ni para
conocer, ni para seguir amando y mucho menos para reencontrarse en la eternidad.
Retazos que se pierden
como las letras que poco a poco van llenando un texto… aquellos pedazos que
quedaron regados en el pasado y llenan las líneas de páginas blancas. Y nunca
podrás recordar el comienzo de lo que escribiste si vez el final de la
historia, ya que cada detalle fue único y cuando sucedió fue desencadenando
matices de emociones, difíciles de descifrar una vez que pasaron, veloces como
una estrella fugaz…
Solo una vez nada más,
todo pasa una vez, nada es igual… y en el momento en que todo sucede no se
vuelve a repetir y queda acostumbrarnos a la realidad, moldearla nuevamente,
como si estuviéramos empezando de cero… sin prisa, pero sin pausa.
¿Es la desilusión un
sentimiento?… dicen que sólo lo son el amor y el miedo.
¿Cuánto podemos
sacrificar sin darnos la oportunidad de ser felices?
Aún con la felicidad en
las manos nos mantenemos inconformes y nos inclinamos a la parte masoquista, la
cual vaga en nuestro interior.
Y es el comienzo de
este texto aquello que ya no recuerdas mientras vas leyendo… asimismo queda en
una de las “medias naranjas” ya no recordar a la otra… aquellos mensajes que
mandaban al principio todos los días, las peticiones que no se olvidaban con el
pasar de las horas, los besos que necesitan uno del otro… esas ráfagas de
viento que se perdieron por el cambio de estación, el giro de la naturaleza…
cada quien en su lado, inmóvil ante la distancia, que separa y aleja, pero es
incapaz de converger y unir los cuerpos.
Miradas que se
retrasan, mensajes que se obvian, dilemas que sacuden la conciencia.
Todo vuelve a un cauce,
a su propio equilibrio desconocido, que solo conoce el amo del universo.
Y podremos devolver
intermitentemente la memoria al pasado, pero nunca podremos regresar las
vivencias.
Seguirán sonando aquellas
canciones que sin pensarlo se volvieron costumbre de aquella época, esos
detalles que vemos hoy en nuestro andar y sabemos que ya tienen un dueño en la
memoria, las comidas que en ese momento particular eran pedidas, los lugares
que traen recuerdos sutiles, aquellos pensamientos que nos hacen suspirar y
sonreír en silencio.
Volverán de nuevo los
recuerdos que empañan los ojos, ya sea por nostalgia o por alegría… simples
memorias que cicatrizan pero dejan huellas… incapaces de olvidar.
Y verdaderamente, todo
pasa una vez… y si cierras tus ojos e
imaginas que nunca ocurrió, será como un viento fresco… si lo consideras sabrás que solo nos atamos
al pasado por gusto propio, al final lo que importa es el suelo que pisamos, el
presente en el que estamos.
Podrá importar todavía
un recuerdo, pero ya no somos dueños de él…. Nadie es amo de la mente, a
ninguno de nosotros nos pertenecen las memorias… solo nuestro cerebro es capaz
de proyectarlas, tal como cinta de video, una tras otra… pero al terminar
seguirá siendo una película, que pasó de moda con los años y de la que solo
quedan críticas de la función y de los personajes.
Lo que nunca se pierde
es la esperanza… en el fondo mantenemos ese elixir que nos hace soñar y nos
lleva a lugares inimaginables… esa poción es capaz de transportarnos a aquellos
momentos y anhelar un cambio de planes, un retorno en la historia y un volverá
(para siempre)… porque de lo único que somos dueños es de nuestros sueños, los
que nadie conoce y que aún frente al mundo empedernido nos mantienen siendo
libres, sin ningún gobierno, deber o política a la cual regirse… esa libertad
es capaz de trasladarnos al amor, aquel que vuela como pájaro, muy alto… a las
constelaciones panorámicas de los sentimientos, aquellos sueños que nos hacen
creer que las cosas siguen igual y que nos hacen reconocer, aún con el orgullo
exterior de nuestra presencia, que en la parte interna de nuestro cuerpo
estamos locos por decir que SÍ en aquel instante en el que estás con el ser
amado. Porque un día es capaz de cambiar mil años, así como un verdadero amor
es capaz de tumbar miles de conquistas.
“Y
ahora permanecen la fe, la esperanza y el amor, estos tres; pero el mayor de
ellos es el amor” (1 Co 13:13).