lunes, 13 de mayo de 2013

Soñar amando



La magia del amor es como un universo. No sabes dónde comienza ni cuando termina. No lo esperas, solo ves una mirada, un gesto que te eleva a lo extraordinario. Se adueña de tus sentidos. Se adueña de tus emociones. Cualquier cosa puede ser usada en tu contra.

Distingues los más mínimos detalles. Desde la forma de sus ojos, hasta la curva de su sonrisa. Sabes diferenciar su voz de las demás e incluso percibes su forma de caminar antes de que se acerque a ti.

Y en ese momento, cuando justamente lo vez enfrente de ti te dejas llevar por las energías. Te elevas mucho más que las nubes, y percibes un arco iris de resplandor puro. En el amor, la inquietud y la incertidumbre hacen que todo sea lo más mágico del mundo.

Nos detenemos en esas primeras sensaciones. Cuando desconocíamos lo más distinto a la inocencia. Todo lo que alguna vez pensábamos que era de una manera y nos sorprendió siendo de otra.

No vemos una planificación, no hay una fecha tope de sensaciones, como cuando éramos pequeños y nos imaginábamos el tiempo, donde y cuando ocurriría. En realidad, nunca vemos defectos, todo está por encima de lo que esperamos. Simplemente nada es imposible. Todo existe, está en tu universo personal.

Se encuentra en esa ironía de que todo se dio para estar con esa persona. No importa el mañana, no importa la lejanía. Tu corazón carece de todo, menos de frenos.

Los silencios dicen mucho y las palabras no dicen nada. Las miradas llenan los vacíos faltos de lenguaje. Todo es llenado de besos. Caricias que erizan la piel y dejan huellas invisibles en el cuerpo.

Es cuando el alma se une de dos en uno. La unión del amor, de la realidad en la fantasía. Del universo en la tierra. De la muerte a la vida.

Ahí, sólo ahí crees en la real existencia. Crees en que no todo lo prohibido es lo placentero. En realidad, el amor es la belleza hecha arte.

Entonces te permites soñar… Solo cerrando los ojos y deteniéndote en recuerdos… que aún permanecen vivos en tu imaginación. 

Amour




“El amor es sufrido, es benigno; el amor no tiene envidia, el amor no es jactancioso, no se envanece; no hace nada indebido, no busca lo suyo, no se irrita, no guarda rencor; no se goza de la injusticia, más se goza de la verdad. Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor nunca deja de ser” (1 Co 4-8).

Muchas veces nos preguntamos qué es el amor. Aquel que nos hipnotiza en un primer momento y nos desploma en otro… el único que es capaz de hacer permanecer la memoria en el tiempo.

Tratar de definir el amor es atormentar al cerebro. Alabar esa palabra sin detallar sus defectos es ser embusteros. Suspirar con esas cinco letras es inevitable. Vivir sin ese sonido al pronunciarlo es como dejar de concebir el oxigeno del que somos dueños desde que llegamos al mundo.

Capaz de herirte como un cuchillo cuando lo pierdes, penetrable sin frenos en la carne, de eso que desangra sin pedir permiso. Con la capacidad de despertar los peores miedos cuando vaga en una mente sin olvido. El amor es de esos guerreros que han acumulado victorias y derrotas, y no dejan de insistir en llevarse todo sin dejar rastros.

Y los consejos están de sobra en cosas del amor, por más que los escuchamos, pocos son los que seguimos cuando estamos encapsulados en sentimientos del corazón. Cómo dejar de sentir lo inexplicable, jamás seremos capaces de impedir esa atracción por lo incorrecto, o de querer a quien más nos ignora, de pertenecer a ese gran porcentaje de humanidad que ama sin ser correspondido.

De qué manera explicas que no estás interesada en querer sin gusto a quien si te presta atención, que no es suficiente enjaular a los pájaros que sueñan con volar vía al horizonte.

Cansados de lo común, buscamos lo inesperado, lo que no se planifica, lo sorpresivo, lo sencillo, un RETO... Agotados del qué dirán, de si es muy tarde para amar, de si la edad importa más que lo que adores. ¿Acaso es imprescindible tener un compañero al lado para hacer lo deseado? ¿Cuántas metas abandonamos por estar acompañados? ¿No es mejor disfrutar la vida y dejar TODO a su tiempo?

Ahí es cuando se reconoce que hay sentimientos que solo exteriorizamos una vez en la vida. Así como los CD piratas nunca serán como los originales. En realidad cada cariño tiene su magia, tal como la arena que aunque parezca uniforme, en cada uno de sus gramos guarda su esencia.

Pocas personas creen en la verdadera independencia, recriminan la capacidad de tomar decisiones sin tener un compañero que apruebe o desapruebe las iniciativas. Pero mientras más crece esa independencia individual, más difícil se te hace tener ganas de compartirla.

Eso se debe en parte a las experiencias propias. Si has aprendido a ser fuerte porque te han tocado momentos duros que afrontar, es lógico que tu confianza se minimice mientras más conoces gente. Día a día vas sufriendo transformaciones más fuertes que te hacen cambiar como ser humano. Por ello es bueno dejar atrás lo que no es capaz de cambiar contigo.  

Dejamos pasar el tiempo entre el SI y el NO. Nos preguntamos por qué alguien se aleja de nuestro camino sin ni siquiera esperarlo y de repente regresa hasta años después como si nada hubiera pasado, queriendo ocupar el mismo puesto, la misma silla y conservar un idéntico valor que al principio del cuento; sin estimar que así como las transformaciones se toparon en el rumbo del destino; así tampoco somos los mismos.

Y en la balanza de las afirmaciones y las negaciones dejamos escapar oportunidades. ¿Pero cómo escoges si todo se vuelve complicado? Si fuera tan fácil estar con quien amas, cumplir los sueños, conseguir lo que quieres y tomar decisiones; no padeceríamos de miedos.

Aún así es mejor sufrir persiguiendo la felicidad que aparentar serlo con aquello que nunca nos hará sonreír. A quién engañamos estando con una pareja que vemos más como un amigo o un hermano. ¿Es cómodo imaginarte unos años más tarde compartiendo la misma cama con quién solo puedes ver con ojos de hermandad? “El amor todo lo soporta”, pero tampoco puede destinarte a querer a medias. Los sacrificios valen mientras sean con el corazón, no por obligación.

Destacando esas diferencias que marcan los géneros y que no son tampoco tan distantes, los hombres se la dan de ser muy fuertes pero su mayor miedo es la mujer.
Temen a las féminas porque saben que una vez que la dama descubre su mayor debilidad puede tener un dominio sobre él. Y eso es algo que detestan, sentirse controlados.

Por ello, cuando un hombre se enamora, tarda más en desenamorarse. Ya que cuando es controlado y teme a la mujer que descubrió su “talón de Aquiles” sabe que delante de ella no podrá ganar, porque a esa fémina fue que entregó su alma y sus miedos.

En cambio, las mujeres siempre ilusas y vacilantes podemos sentir temores, deseos, pasiones y encontrarlos en lugares equivocados, pero no dejamos a medias la batalla del amor. Siempre luchamos por encontrar en un nuevo amanecer la cura de nuestras heridas. Ni siquiera morimos en el intento, porque no nos cansamos de intentar.

Y te topas con esa cajita musical que integra al amor. Mientras suena la melodía nos hipnotiza, y no paramos de escucharla. Una vez que se apaga pierde su magia. Y sucede así cuando no eres correspondido. Como un techo en plena noche… sin límites… como un callejón sin salida, negro y vacío.

Entre la soledad de querer refrenar esas ganas de estar con un ser querido, las que están en la mente y se pasan al cuerpo y en realidad no se pueden calmar. Es más que deseo, tentación, placer, anhelo… es una energía que te sacude por completo, porque en ese momento eres capaz de llegar al infinito… ese lugar que no tiene límites y del que no quieres alejarte si estás con quien quieres.

También hay quienes se acostumbran a estar con quienes no aman, pero si necesitan. Se amoldan a caricias que no esperan, se dejan arrastrar por valores como la compasión, dulzura, flaqueza, humildad, amistad y entrega.

Pero esa realidad ya entraría en el margen de lo que es la decisión. Cuando a pesar de que el  amor por una persona sea fuerte e irrefrenable, las circunstancias no determinen esa unión, sino la decisión de estar o no estar con ella. Y en esa balanza se necesita la mente de ambos, que piensen y anhelen lo mismo… que luchen por los deseos de dos corazones, capaces de ir contra la corriente del destino.

Y mientras el rostro diga que no, el corazón va a gritar que sí. Tarde o temprano nos damos cuenta que no son las personas las que giran en torno a un suceso pendiente, somos nosotros quienes no miramos adelante luego de que nos dejan, mientras el mundo da vueltas, la sociedad cambia, vemos nuevos romances y la historia sinfín sigue… tú eres quien no se da la oportunidad de encontrar a alguien más y ser feliz.

Luego nos topamos con el bajo porcentaje de casos en los que creemos que alguien no está pendiente de uno y sí lo está. Y a pesar de que los separe la distancia, siempre te recuerda y no lo demuestra. Solo el tiempo dirá si volverán a reencontrarse o simplemente esa etapa será cerrada.

Y podrás ser impaciente para cualquier otro tipo de sentimiento, pero jamás para el amor, es el único sentir con el que guardamos la esperanza de conseguirlo hasta el último segundo. Nunca es demasiado tarde para encontrarlo, ni para conocer, ni para seguir amando y mucho menos para reencontrarse en la eternidad.

Retazos que se pierden como las letras que poco a poco van llenando un texto… aquellos pedazos que quedaron regados en el pasado y llenan las líneas de páginas blancas. Y nunca podrás recordar el comienzo de lo que escribiste si vez el final de la historia, ya que cada detalle fue único y cuando sucedió fue desencadenando matices de emociones, difíciles de descifrar una vez que pasaron, veloces como una estrella fugaz…

Solo una vez nada más, todo pasa una vez, nada es igual… y en el momento en que todo sucede no se vuelve a repetir y queda acostumbrarnos a la realidad, moldearla nuevamente, como si estuviéramos empezando de cero… sin prisa, pero sin pausa.

¿Es la desilusión un sentimiento?… dicen que sólo lo son el amor y el miedo.

¿Cuánto podemos sacrificar sin darnos la oportunidad de ser felices?

Aún con la felicidad en las manos nos mantenemos inconformes y nos inclinamos a la parte masoquista, la cual vaga en nuestro interior.

Y es el comienzo de este texto aquello que ya no recuerdas mientras vas leyendo… asimismo queda en una de las “medias naranjas” ya no recordar a la otra… aquellos mensajes que mandaban al principio todos los días, las peticiones que no se olvidaban con el pasar de las horas, los besos que necesitan uno del otro… esas ráfagas de viento que se perdieron por el cambio de estación, el giro de la naturaleza… cada quien en su lado, inmóvil ante la distancia, que separa y aleja, pero es incapaz de converger y unir los cuerpos.

Miradas que se retrasan, mensajes que se obvian, dilemas que sacuden la conciencia.

Todo vuelve a un cauce, a su propio equilibrio desconocido, que solo conoce el amo del universo.

Y podremos devolver intermitentemente la memoria al pasado, pero nunca podremos regresar las vivencias.
Seguirán sonando aquellas canciones que sin pensarlo se volvieron costumbre de aquella época, esos detalles que vemos hoy en nuestro andar y sabemos que ya tienen un dueño en la memoria, las comidas que en ese momento particular eran pedidas, los lugares que traen recuerdos sutiles, aquellos pensamientos que nos hacen suspirar y sonreír en silencio.

Volverán de nuevo los recuerdos que empañan los ojos, ya sea por nostalgia o por alegría… simples memorias que cicatrizan pero dejan huellas… incapaces de olvidar.

Y verdaderamente, todo pasa una vez…  y si cierras tus ojos e imaginas que nunca ocurrió, será como un viento fresco…  si lo consideras sabrás que solo nos atamos al pasado por gusto propio, al final lo que importa es el suelo que pisamos, el presente en el que estamos.

Podrá importar todavía un recuerdo, pero ya no somos dueños de él…. Nadie es amo de la mente, a ninguno de nosotros nos pertenecen las memorias… solo nuestro cerebro es capaz de proyectarlas, tal como cinta de video, una tras otra… pero al terminar seguirá siendo una película, que pasó de moda con los años y de la que solo quedan críticas de la función y de los personajes.

Lo que nunca se pierde es la esperanza… en el fondo mantenemos ese elixir que nos hace soñar y nos lleva a lugares inimaginables… esa poción es capaz de transportarnos a aquellos momentos y anhelar un cambio de planes, un retorno en la historia y un volverá (para siempre)… porque de lo único que somos dueños es de nuestros sueños, los que nadie conoce y que aún frente al mundo empedernido nos mantienen siendo libres, sin ningún gobierno, deber o política a la cual regirse… esa libertad es capaz de trasladarnos al amor, aquel que vuela como pájaro, muy alto… a las constelaciones panorámicas de los sentimientos, aquellos sueños que nos hacen creer que las cosas siguen igual y que nos hacen reconocer, aún con el orgullo exterior de nuestra presencia, que en la parte interna de nuestro cuerpo estamos locos por decir que SÍ en aquel instante en el que estás con el ser amado. Porque un día es capaz de cambiar mil años, así como un verdadero amor es capaz de tumbar miles de conquistas.

“Y ahora permanecen la fe, la esperanza y el amor, estos tres; pero el mayor de ellos es el amor” (1 Co 13:13).