lunes, 23 de junio de 2014

Extraños


De diciembre en diciembre me perdí. Como una roca en el camino con la que tropecé. Un aporreo en el pie, un dolor en las costillas, un morado en la pierna, un segundo en el que corazón se detuvo. Y luego se siente extraño, porque creías conocer el camino.

730 días de morir y renacer. Con cosas que quedaron y otras que pasaron a la sección del olvido ¿Puede todavía el amor ser tan permanente?

… Más permanente que una foto impresa, más genuino que una fecha de cumpleaños, más duradero que una huella marcada en la historia, más entrañable que esa distancia que no se acerca, más importante que un mensaje sin borrar, más inolvidable que un grato recuerdo.

Tal vez hoy mi memoria no mintió, mañana puede que me engañe. Me duermo con el último pensamiento que me queda. Dormido en mi recuerdo, como esas personas que se van y no regresan, que mueren físicamente y dejan cicatrices mentales. Dormido en mi psiquis, como un espejismo, algo irreal. Ese quien para este entonces no habrá ocupado mi cama, no me habrá hablado, ni se habrá reído risueño por cualquier tontería… ese que ya no sabrá quién soy yo.

Ese personaje de una historia lejana que sigue reinando en mis sueños, ocupando un lugar en mi subconsciente sin permiso y con autoridad. Cuyas vivencias perdidas en el espacio parecieran provenir de un mundo paralelo, reflejando momentos que pudieron no haber ocurrido. Simplemente esa persona desapareció de tu entorno, simplemente hay quienes crees conocer y pasan a ser extraños. Extraños que quizá nunca conociste.

Le pides a la cátedra del “valor” que valore antes de perder, que la realidad de la vida no sea vivir de finales. Haciendo rodar la ruleta rusa del sentir, en la que hoy puede caer blanco o negro, pero nunca gris. Cambiando los sentimientos como pasando páginas de un libro, sin recordar lo que decíamos en las hojas anteriores. Dejando pasar los anhelos pasados, por los presentes.

Cada móvil de lo vivido pende del techo, sostenido con ese nailon resquebrajado cuya carga pesada va cayendo al suelo, haciéndose añicos. Salimos a la calle con una nueva careta, de sonrisas o pesares, simulando el querer más profundo, por aquel que sí tenemos en las manos.

Somos prófugos de la felicidad, la que se escapa cuando menos lo esperas, como aquel invitado que nos embarca y nunca dejamos de invitar. Morimos mil veces en nuestra psiquis a pesar de que nuestro cuerpo nos exige seguir respirando.

Podremos estar resquebrajados por dentro, recordar que los extraños del hoy, ayer no lo fueron tanto. Solo fueron alguien más en el paso de la vida. Solo han sido el pasado de un futuro, el instante más feliz de tu existencia convertido en una nueva agonía.  


martes, 17 de junio de 2014

Mentes truncadas



Hoy nos levantamos con la misma interrogante: ¿Hasta cuándo? Los días y las noches ya nos saben amargos. Tenemos el corazón cargado de desconsuelos. Seguimos gritando un futuro distinto.

Perdimos el norte, la cuenta en el calendario, la terminación del año en el que nos estancamos. Olvidamos que los Kinos se jugaban los domingos. Que el humor era del programa de los lunes. Que lo que ayer nos sobraba, hoy no aparece ni de embuste.

Somos los jóvenes de mentes truncadas, de tiempo mortal, pero oportunidades limitadas. De esperanzas de cambios, de menos puertas abiertas. Somos el país del estatismo, mientras las fronteras están en movimiento.

Somos los profesionales de limitados porvenires, somos los adultos que abandonamos en la niñez las aspiraciones materiales, somos los expertos en colas por necesidad y no por gusto, somos los que resuelven con lo que hay, más no con los "no hay". Somos los que tememos que el mañana sea peor que el hoy.

Somos los que trabajamos más de la cuenta, para tener la mínima cuenta. Somos las víctimas del verdugo inflacionario, que aplasta a los billetes del bolsillo. Contabilizando lo meramente urgente, tanteando lo conseguible, anotando los lujos a planes del mañana, dejando los placeres a la categoría de imposibles.

Somos los que pateamos nuevos destinos, comenzando de cero el kilometraje que ya no da vuelta atrás, somos la masa que queda y la que decidió cargar el equipaje, somos los que luchamos y a la vez nos resignamos.

Somos los que despertamos todos los días con un nuevo desafío social, somos los caribeños manchados de injusticias, somos los turistas en nuestro propio país, somos los de pensamientos oprimidos en mares de riquezas, somos los de anhelos y otras tantas batallas perdidas.

No somos una nación más del montón. Somos los victoriosos, los que aguantamos penurias, hambres, rivalidades partidistas y noches de encierro para que no te mate también el miedo. Somos los que vivimos de despedidas, los que dejamos en el pasado las vivencias de quienes solo se iban "por ahora".

Nuestros anhelos se han vuelto sobrevivencias, entre el ruido que hace la inseguridad en los oídos, disparando a sus anchas al distraído, atacando sin pudor al inocente. Hemos dejado de creer en el futuro, hemos decidido anhelar también una maleta. 


Hemos decidido negarnos a decirle adiós a Venezuela.