sábado, 23 de agosto de 2014

Peloteando la culpa



“Le robaron las cholas y lo mataron”… Es un titular más, una columna de relleno en una página de sucesos de un periódico cualquiera, en el que a diario se escriben peores asesinatos, o una noticia sencilla ante tantas que se leen en el país entero, pero fue una gota que colmó un vaso en la conciencia. Porque es hasta grotesco pensar que por unas “cholas”, jerga criolla que se usa en el oriente para denominar a unas sandalias corrientes, o playeras pa’ nosotros, que vivimos cerquitica del mar, (alegando que en tierras zulianas es hasta una grosería), aquí se asesine a alguien por un artículo que no vale más que el arma de fuego por la que se mató.

Pero fue así como a un adolescente lo acribillaron por un teléfono y para dejarlo descalzo le quitaron sus cholas, y ni modo, por qué quién va a buscar al malandro después de ese robo, si aquí a diestra y siniestra roban, descuartizan, asesinan y golpean a malsanva, sabiendo entre risas que nadie va a meterte preso ni te van a objetar culpabilidad alguna, porque la impunidad puede más que la justicia, y si no pues existe el exilio.

Y es que la culpa se la pelotean tipo juego de la “papa caliente”, va de un extremo a otro, contaminando los sentidos pero no el subconsciente y de un extremo a otro se escuchan frases en la calle, en las colas, en las protestas, en la rutina pública alegando que “nadie dice nada”, “la gente no reacciona”, “vamos pa’ tras como el cangrejo”, “este país se lo llevó quien lo trajo”; pero ¿qué son los plurales frente a los singulares? Si somos buenos para mandar a otros, porque no somos igualmente buenos para nosotros mismos reconocer que en la unidad está la fuerza, en dar cada uno su propio grano de arena.

Pero, la culpa es del gobierno.  No, del vecino que no colabora. No, de los estudiantes que dejaron de protestar. No, de la MUD que no sirve para nada. No, de la estrella fugaz que pasó y no me dejó pedir un deseo… ¿Entonces, de quién es la culpa? Seguiremos jugando a la “papa caliente” viendo a quien le toca salirse del juego cuando se queme la papa, esperando un no sé qué, porque aquí todo el mundo espera, pero nadie dice que es lo que están esperando. “Qué las cosas mejoren”, a según, pero es que debe ser que todo en el mundo se ha hecho solo, sin mover un dedo.

Y mientras matan a un chico por unas cholas, eliminan al parrillero masculino de una motocicleta para disminuir el hampa, asesinan y descuartizan a parejas por celos, tiran bombas lacrimógenas por exigir bañarse en una playa que queda en Venezuela; y es de los Venezolanos, porque ni modo que si nacimos en una tierra con un nombre y ya de ahí te queda de por vida ese lugar marcado como natalicio tienes el derecho de disfrutar de él, y lejos de lo que se llama frontera no seas más que “de nacionalidad venezolana” vengan unos extranjeros a echarse “agüita” criolla con unas “cholas” que no son de aquí y por la que los choros matarían también, nosotros nos tengamos que conformar con humito de bombas lacrimógenas, para no decir con la sangre impune de nuestros hermanos criollos, que bastante han trabajado para disfrutar de nuestros atributos naturales. Pues sí, hasta ese extremo de pelotearse la culpa hemos llegado.  

martes, 12 de agosto de 2014

En cuarentena




Las noticias gritan. El olor del papel periódico entra por las fosas nasales congelando los pulmones, ya lo fabrican con hielo. Cada noticia golpea nuestra integridad, volviéndola una vasija rota. Los medios virtuales lanzan chispas desde los objetos tecnológicos… no más, no más ¡No más!

La ceguedad nos atacó en proporciones sobrehumanas. Fuimos contagiados por una enfermedad sin nombre que no conoce de fronteras y cuando las cruza se vuelve incurable. No importa el sitio que pisemos, el hecho es que perdimos el tacto y lo convertimos en falta de humanidad. No sentimos, no razonamos, no analizamos… sobrevivimos.

¿Respetar un paso peatonal es un delito? ¿Cruzar el semáforo en rojo es una prioridad? ¿Comprar en un supermercado no puede dejar de ser una guerra, donde lo que queda son las ruinas y el hambre? ¿Cuándo las papeleras pasaron a ser el decorado de los postes y la basura el de las calzadas?

Nos volvimos invencibles en zona de combate. Nos convertimos en los  fervientes enemigos de la tierra que nos vio nacer. La criticamos a muerte, la hicimos polvo entre las manos, la destruimos a diestra y siniestra ¿Pero en qué parte del pasado la quisimos de verdad? ¿En qué lección de colegio nos enseñaron a ser nacionalistas?

Echamos al fuego las historias que ya están plasmadas, atacando el pasado y dejando la esperanza al futuro. Olvidando que las memorias ya son cicatrices, que las marcas de lo efímero al final rinden cuentas. Relegando las muertes, la miseria, los suburbios, los presos políticos… la libertad.

Estamos en cuarentena. Huimos sin pedir respuestas. Nos hemos convertido en unos cobardes resignados a la cobardía, buscando en otros destinos una esperanza que nos devuelve en derredor a esta tierra hecha ruinas. Donde la sociedad se ha vuelto individualista, donde poco valen los intereses ajenos sin estar primero los propios, donde robar a nuestros hermanos de país vale más que ayudarlos. 

Hemos teñido de sangre las calles, borrando con pintura y asfalto lo que ayer eran manifestaciones de libertad. El sentir se transformó en una carga, a la que preferimos relegar para que ya no nos pese. Obviando que hay agujeros mucho más profundos que aquellos que vemos en las vías públicas, hay agujeros de corazón, de nostalgias en el pecho, ese corazón sediento del amor que ha volado como granos de arena frente al viento.

Nos enfermamos de la fiebre de la ignorancia, nos picó la plaga de la discordia, hemos abandonado en nuestro lecho enfermizo las ganas de luchar, la esperanza... la paz. 

Agotamos nuestros días en una rutina cansina, fingiendo lo que no somos, criticando a los demás, alabando lo que no es nuestro, envidiando lo ajeno, llenando las carteras de ego, simulando ser ese país de apariencias por lo cual no avanza... enfermos, vivos, tipo zombies, alejados del mundo... en cuarentena.