martes, 19 de noviembre de 2013

Una ciudad de "carne y hueso"



Blanca. Así se queda la mente cuando no quieres sentir.  Las emociones se componen de un prisma. Ese objeto que depende de la luz para ser multicolor. Y es así: hoy podemos estar blancos, negros, rojos, azules, amarillos, verdes… o grises.

¿Por qué huimos del dolor? ¿o por qué duele?... ¿es una palabra? ¿es un sentimiento?  O ¿es simple miedo? ¡qué fácil se nos derrumba el corazón cuando escuchamos o presenciamos algo que no queríamos, ¿por qué estábamos ahí, por qué no huimos? Dicen “que todo pasa por una razón”, pero ¿acaso no hay cosas que desearíamos que nunca hubieran pasado?. Y más si sólo causaron cicatrices.

¡Cómo duele la sumisión cuando finges estar bien! ¡Cómo duelen las lágrimas que caen por dentro! ¡Cómo duele el amor que no se evapora con el soplo del viento! Aquel aire que se lleva los retazos que quedan de un corazón en trizas. Partes grandes, largas, bifurcadas, extinguidas, que se condensan como piezas de una vasija rota, tratando de encajar en el espacio, dejando huecos intermedios entre tanto pegamento.

Espejos rotos en el camino, reflejos de los que huyes para no mirarte hecha pedazos, y esos recuerdos que suben y bajan sobre un trampolín, llegan y se van, dejando rastros de telarañas, ensuciando de hollín la materia, porque vinieron para quedarse y ocupar su lugar en el mueble de la sala, como un invitado más de la decoración en llamas.

Conviertes a tu organismo en una ciudad emotiva. Tu amigo estómago se puso en la dieta de la tristeza, tu compinche corazón se fue al pueblo de la resignación, tus pulmones sufren por el invierno, tu hígado busca asilo en algún bar, tu cerebro se tira un discurso de sabelotodo y ni se diga el nado sincronizado que dan tus ojos entre aguas saladas.

He devastado esa ciudad con torbellinos, maremotos y huracanes, entre las ruinas que dejan la tormenta y la persecución. Mezclando el desconsuelo y la impotencia que traen las desgracias, los puentes rotos, la interferencia comunicacional, y todos esos pequeños seres microscópicos revueltos y pidiendo auxilio en gritos jamás escuchados.

La localidad se inunda de noches incontables de lluvias, truenos y relámpagos, en los que el insomnio se hace necesario y oculta la luna en su máximo esplendor. Vuelves las mañanas turbias y sin gracia, con el sol de testigo, y todo lo que sea movimiento estorba, porque la soledad se hizo eco en las esquinas del paraje.

El turismo quebró ante tanta decadencia, y los visitantes son advertidos de que están perdiendo el tiempo comprando pasajes a dicha ciudad tan desierta y devastada, que tiene poco que ofrecer. Las ofertas fueron dadas de vacaciones por un lapso indeterminado.

A pesar de que los tsunamis finalizaron continúa el hambre y la agonía, haciendo temblar el espíritu, pidiendo explicaciones a desgracias naturales y humanas que no tienen más respuestas que su propia realidad. Henos ahí, como imperfectos seres, que nos quedamos minúsculos ante eso mismo que tememos: el dolor.

Entre los derrumbes de la civilización buscas levantarte, continuar, así te cueste aguantar el dolor de tus heridas, esas que te desangran. Sucumbes. Te apoyas otra vez. Ayudas a los lesionados del camino, porque puede más tu voluntad, tu instinto de sobrevivencia. Y desvías la atención, por un momento, a tu propia desgracia, porque sabes que ayudando a los demás te ayudas a ti mismo.

Es el sacrificio que supone tener corazón. Podría el tsunami de la sangre que circula por nuestras venas ocasionar una nueva desgracia a nuestro cuerpo y seguiríamos ahí esperanzados de volver a edificar nuestra morada ya arruinada. Resquebrajando los huesos con los terremotos, poniendo como soporte anti caídas a los propios pies descalzos, y dejando que las corrientes mentales electrocuten lo poco que queda de conciencia.

Continúan las interferencias, los ruidos, los apagones, la nostalgia… porque no hay remedio ante lo ya perdido, nada más queda la aceptación. La conformidad de reponer un hogar erigiendo otro que no sea tan dulce, pero que por lo menos otorgue consuelo. La necesidad de olvidar lo ya vivido. La esperanza de seguir creyendo que todo se derrumba, pero el amor, ese sigue aún de pie, aunque ya sea cojeando.




lunes, 5 de agosto de 2013

SIN SIGNOS VITALES



En una hoja solitaria comencé esta carta. Imaginando la agonía de lo único capaz de darle sentido a la vida. Pero hoy despertamos sin él. Se acabaron sus esperas, angustias, lágrimas, desesperanzas: el fulano amor falleció.

Inicié la redacción en letras cursivas, quebradas, mojadas, descoloridas. Poco importa la tinta de la que se impregna el papel, lo mucho que se desgaste la pluma para decir palabras muertas.

A mi alrededor ésta era la única superficie limpia, pulcra, sin tachaduras. ¡Qué lástima que sea desperdiciada en algo tan triste! Rodeada de libros polvorientos, historias ficticias que ya nadie hojea, imágenes sonrientes de madres con sus hijos, parejas felices, besos apasionados, amigos inseparables… sensaciones fehacientes que se derrocharon en el ras moderno.

Recojo entre los trastos una rosa marchita de la que solo quedan pétalos secos, que no vislumbran el color que poseía en su juventud perdida. La vitalidad íntegra de su belleza disipada por la antigüedad y el olvido. Así le ocurrió al amor, envejeció y fue sepultado.

Continúo la prosa recordando la música sin ritmo, los instrumentos sin piezas, el cielo sin nubes, la tierra sin árboles… eso que falta para darle hálito al planeta, esa energía que no se puede ver aunque exista. Así es el amor.

Ese algo invisible que solo pertenece a cada ser. No le damos permiso de abrirse paso en el corazón, porque de forma inesperada ya forma parte de él. No da consejos, solo peticiones. Y al desaparecer deja un vacío… como si de repente se abriera un hueco en el medio de la Tierra y se evaporara todo su esplendor, quedando en ruinas.

Una guitarra sin cuerdas, un piano sin teclas, una canción sin melodía. Un techo en sombras, una puerta de hierro forjado, una vertiente imposible de cruzar, un firmamento sin estrellas.

En el tope de angustias de haberlo desperdiciado no queda más que decir que su antónimo (el odio) gobernará lo mundano, aunque sinceramente de esfumarse el amor lo único que quedará será la neutralidad, la inmunización leve y letal del querer. La insensibilidad.

No harán falta las gotas de dolor que surcan las mejillas porque los aparatos oculares ya estarán secos. Inservibles como aquella rosa muerta, de la que el óbito también se hizo cargo.

No será necesario un reemplazo para el espacio que quede. Ya desde hace años se buscaba que fuera despejado.  

Melancólicamente son cuentos que se pierden entre las millones de letras impresas, redactadas por los poetas, los inspiradores de grandes novelas, de dramas con finales perfectos. La cruel ventaja de la vanidad ha resumido los sentimientos en intereses propios. Ya nadie piensa en el ser amado, solo en lo que puede conseguir de él.

Y en su testamento el amor no plasmó sus últimos designios, porque sus muchos intentos restaron desalientos helados y calculados entre los humanos existentes. No hay peor nostalgia para el amor que saberse derrotado en la guerra, luego de muchas batallas.

Volteo el papel para seguir resumiendo la desagradable temática y por un momento las memorias opacan mi visión. Esas que nunca abandonan el pensamiento. Capaces, tal cual una enfermedad, de apoderarse del organismo sin autorización, destruyendo las defensas, debilitando el físico y el espíritu.

Memorias que irradian pasados que alguna vez fueron presentes. Lugares que ya forman parte de la distancia. Recuerdos que quedaron engavetados en el armario del olvido. Respuestas a preguntas que no tienen ni una explicación científica.

Y las horas se evaporan en la faena de culminar este escrito, queriendo condensar lo aprendido y lo que falta por aprender. Tal como ese infinito que no tiene final, no hay lecciones amorosas que sean efímeras. Todo tiene su tiempo. Todo carece de un desenlace, que en realidad es un comienzo. Ya sea en una nueva ilusión, anécdota o experiencia.

En un mundo carente de anhelos no quedan enseñanzas, solo afinidades precarias y vacías, como la epístola que hoy finalizo y que quedará tirada sin gracia entre los escombros que adornan esta habitación. Este cuarto en ruinas. Ese vacío que dejó la desgracia en el mundo, al sucumbir a la catástrofe de perder su mayor energía. Su estela, su luz, su sabiduría: El amor.

 Freya Farcheg
04/08/2013 

Lo bueno jamás se olvida...


Un lápiz y un papel… ese es mi mundo resumido en una frase.

Los años han cambiado el tamaño de mis manos, aumentaron mi estatura, forjaron mis facciones de acuerdo a la edad, modificaron mi letra con la urgencia de una rutina adulta… pero el pensamiento sigue siendo el mismo.

Letra a letra he llenado párrafos. Símbolo a símbolo he formado un estilo. Desde esa niña que con las piernas cruzadas inventaba historias, hasta la mujer que aún consigue reflejos de inspiración en cada detalle que se cruza en su camino. Escribir es desahogo, redactar es un respiro.

Cada vivencia me da motivos para imprimir palabras de tinta sobre blanco. Del blanco al negro formo una historia, una más de tantas que arman una biografía; logran esquemas, plantas ideas, dan de pensar a los poetas.

Quien escribe es como un pintor… cada uno entiende su arte.

Nunca concebiremos del todo de que escena resulta un escrito, solo el que redacta lo sabe.

Ahí regreso a esos diarios con candado de la niñez o a esos bolígrafos con muñequitos que fueron desgastándose en palabras. Objetos que se perdieron en cajones de una alcoba.

Regreso a las madrugadas donde el insomnio no dejaba otra solución que perderse en el abecedario por un rato. Donde observar la luna también traía retazos de poesía.

Quizás podría recordar la omnipresencia del mar, aquella infinita manta líquida, ondulante y azul que se lleva nuestros sueños a lugares que solo él sabe y al que podemos confiarle secretos, aún cuando no nos responda.

Los cuadernos también cambiaron, se volvieron adultos… ya no importa escribir con bolígrafos multicolores para “hacerlo más bonito”, ahora lo serio basta. Entre el azul y el negro se escriben pensamientos verídicos, llenos más de experiencia que de sueños, monotonías reales en la vida de cualquier mayor.

Qué insignificante parece la niñez hasta que se pierde. Qué largo se hace el tiempo entre cada juego, hasta que llega la hora de guardar los juguetes en el closet y dejarlos conversar únicamente con el polvo.

Toda la ironía de pensar en lo corta que es la vida, subestimando ese tiempo que nosotros mismos perdemos en ocupaciones. ¿Para qué pedir espacio adicional en el reloj si siempre alegamos que no lo tenemos para nada más?

Hay cosas que no cambian, entre ellas los recuerdos… y lo bueno jamás se olvida.

¿Dónde se esconde el amor?



Con cinco palabras comienzo este escrito. Cinco partes dispersas que forman esa incógnita incontestable. La que muchos quisiéramos en este momento descifrar.

Sería preciso cerrar los ojos y sumergirnos en nuestra imaginación. Ver aquellos destellos negros, rojos y azules que cruzan la mente cuando no podemos ver… y preguntarle quizás a nuestro cerebro donde guarda aquellos pensamientos que aún conservamos como si fueran de hoy.

Detalles, colores, aromas, texturas, lugares… todo parece no haber pasado… como si siguiéramos en la misma estación, sentados y a la espera.

Podría preguntarle a la almohada donde guarda tantas noches de insomnio… tratar de pedirle a la luna una estrella fugaz que me haga seguir deseando una respuesta.

También sería bueno, quizás, volver a mirar por 101 vez aquel mensaje que aún conservamos en un móvil, para tratar de entender si las palabras pintaban una realidad o simplemente fueron parte del momento.

¿En qué lugar de nuestro cuerpo guardamos las vivencias?... aquellas que nos persiguen como fantasmas de una casa abandonada, van detrás de nosotros queriendo capturarnos como presas. Sin escapatoria, sin opciones.

¿En qué lugar se ocultan los sentimientos? Entre el silencio del pensamiento y las ganas de cambiar el porvenir.

¿Cuántas veces repetimos que queremos regresar el tiempo? Para no haber vivido algo o cambiarlo.
Y volvemos a desperdiciar la juventud entre los orgullos y los miedos… consumiendo las oportunidades de decirle de una vez lo que sentimos, a ver si somos o no correspondidos.

Entonces tratamos de descifrar nuestra mente, de pedirle que no materialice más una memoria y nos topamos con las ganas de leer el pensamiento ajeno, para ver si esa persona también siente lo mismo.

Cambiamos el sitio… cambiamos las estaciones… pero seguimos deseando sin frenos. Entre la tensión y la energía de desaparecer nuestro entorno, de dejar una pantalla en blanco en la que solo estés tú con él, y esas ganas de que no existan más distancias.

Podría entonces esconderse el amor en la rutina… en ese tiempo solitario que tratamos de opacar con la mayor cantidad de quehaceres posibles, para así olvidarnos de que no tenemos un tiempo compartido.

Invertimos nuestro espacio en tareas, nos llenamos de obligaciones, de estereotipos… y al final nos decimos: “oye, que rápido se fue la vida”… pero realmente nunca nos dimos el chance de disfrutar lo que más queríamos.

Podría ocultarse en tantos deseos infantes, en los sueños de un adulto, en las pausas de los ancianos… O tal vez, en las miradas encubridoras… en aquellos ojos que dicen mucho pero no hablan nada… en todo lo que tememos y en lo poco que enfrentamos.

Quizás en aquellos amores que vivimos solo por estar acompañados… por poner la mente en mute… por dárnosla de valientes.

Somos capaces acaso de eliminar uno a uno esos impulsos… de calmar los instintos y la sed de experimentar… pero no de defender lo que es nuestro, de intentar descifrar los deseos contrarios.

¿Dónde se esconde entonces el amor? Entre los logros y los infortunios, en las lágrimas y las sonrisas… en la soledad de las memorias.



lunes, 13 de mayo de 2013

Soñar amando



La magia del amor es como un universo. No sabes dónde comienza ni cuando termina. No lo esperas, solo ves una mirada, un gesto que te eleva a lo extraordinario. Se adueña de tus sentidos. Se adueña de tus emociones. Cualquier cosa puede ser usada en tu contra.

Distingues los más mínimos detalles. Desde la forma de sus ojos, hasta la curva de su sonrisa. Sabes diferenciar su voz de las demás e incluso percibes su forma de caminar antes de que se acerque a ti.

Y en ese momento, cuando justamente lo vez enfrente de ti te dejas llevar por las energías. Te elevas mucho más que las nubes, y percibes un arco iris de resplandor puro. En el amor, la inquietud y la incertidumbre hacen que todo sea lo más mágico del mundo.

Nos detenemos en esas primeras sensaciones. Cuando desconocíamos lo más distinto a la inocencia. Todo lo que alguna vez pensábamos que era de una manera y nos sorprendió siendo de otra.

No vemos una planificación, no hay una fecha tope de sensaciones, como cuando éramos pequeños y nos imaginábamos el tiempo, donde y cuando ocurriría. En realidad, nunca vemos defectos, todo está por encima de lo que esperamos. Simplemente nada es imposible. Todo existe, está en tu universo personal.

Se encuentra en esa ironía de que todo se dio para estar con esa persona. No importa el mañana, no importa la lejanía. Tu corazón carece de todo, menos de frenos.

Los silencios dicen mucho y las palabras no dicen nada. Las miradas llenan los vacíos faltos de lenguaje. Todo es llenado de besos. Caricias que erizan la piel y dejan huellas invisibles en el cuerpo.

Es cuando el alma se une de dos en uno. La unión del amor, de la realidad en la fantasía. Del universo en la tierra. De la muerte a la vida.

Ahí, sólo ahí crees en la real existencia. Crees en que no todo lo prohibido es lo placentero. En realidad, el amor es la belleza hecha arte.

Entonces te permites soñar… Solo cerrando los ojos y deteniéndote en recuerdos… que aún permanecen vivos en tu imaginación. 

Amour




“El amor es sufrido, es benigno; el amor no tiene envidia, el amor no es jactancioso, no se envanece; no hace nada indebido, no busca lo suyo, no se irrita, no guarda rencor; no se goza de la injusticia, más se goza de la verdad. Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor nunca deja de ser” (1 Co 4-8).

Muchas veces nos preguntamos qué es el amor. Aquel que nos hipnotiza en un primer momento y nos desploma en otro… el único que es capaz de hacer permanecer la memoria en el tiempo.

Tratar de definir el amor es atormentar al cerebro. Alabar esa palabra sin detallar sus defectos es ser embusteros. Suspirar con esas cinco letras es inevitable. Vivir sin ese sonido al pronunciarlo es como dejar de concebir el oxigeno del que somos dueños desde que llegamos al mundo.

Capaz de herirte como un cuchillo cuando lo pierdes, penetrable sin frenos en la carne, de eso que desangra sin pedir permiso. Con la capacidad de despertar los peores miedos cuando vaga en una mente sin olvido. El amor es de esos guerreros que han acumulado victorias y derrotas, y no dejan de insistir en llevarse todo sin dejar rastros.

Y los consejos están de sobra en cosas del amor, por más que los escuchamos, pocos son los que seguimos cuando estamos encapsulados en sentimientos del corazón. Cómo dejar de sentir lo inexplicable, jamás seremos capaces de impedir esa atracción por lo incorrecto, o de querer a quien más nos ignora, de pertenecer a ese gran porcentaje de humanidad que ama sin ser correspondido.

De qué manera explicas que no estás interesada en querer sin gusto a quien si te presta atención, que no es suficiente enjaular a los pájaros que sueñan con volar vía al horizonte.

Cansados de lo común, buscamos lo inesperado, lo que no se planifica, lo sorpresivo, lo sencillo, un RETO... Agotados del qué dirán, de si es muy tarde para amar, de si la edad importa más que lo que adores. ¿Acaso es imprescindible tener un compañero al lado para hacer lo deseado? ¿Cuántas metas abandonamos por estar acompañados? ¿No es mejor disfrutar la vida y dejar TODO a su tiempo?

Ahí es cuando se reconoce que hay sentimientos que solo exteriorizamos una vez en la vida. Así como los CD piratas nunca serán como los originales. En realidad cada cariño tiene su magia, tal como la arena que aunque parezca uniforme, en cada uno de sus gramos guarda su esencia.

Pocas personas creen en la verdadera independencia, recriminan la capacidad de tomar decisiones sin tener un compañero que apruebe o desapruebe las iniciativas. Pero mientras más crece esa independencia individual, más difícil se te hace tener ganas de compartirla.

Eso se debe en parte a las experiencias propias. Si has aprendido a ser fuerte porque te han tocado momentos duros que afrontar, es lógico que tu confianza se minimice mientras más conoces gente. Día a día vas sufriendo transformaciones más fuertes que te hacen cambiar como ser humano. Por ello es bueno dejar atrás lo que no es capaz de cambiar contigo.  

Dejamos pasar el tiempo entre el SI y el NO. Nos preguntamos por qué alguien se aleja de nuestro camino sin ni siquiera esperarlo y de repente regresa hasta años después como si nada hubiera pasado, queriendo ocupar el mismo puesto, la misma silla y conservar un idéntico valor que al principio del cuento; sin estimar que así como las transformaciones se toparon en el rumbo del destino; así tampoco somos los mismos.

Y en la balanza de las afirmaciones y las negaciones dejamos escapar oportunidades. ¿Pero cómo escoges si todo se vuelve complicado? Si fuera tan fácil estar con quien amas, cumplir los sueños, conseguir lo que quieres y tomar decisiones; no padeceríamos de miedos.

Aún así es mejor sufrir persiguiendo la felicidad que aparentar serlo con aquello que nunca nos hará sonreír. A quién engañamos estando con una pareja que vemos más como un amigo o un hermano. ¿Es cómodo imaginarte unos años más tarde compartiendo la misma cama con quién solo puedes ver con ojos de hermandad? “El amor todo lo soporta”, pero tampoco puede destinarte a querer a medias. Los sacrificios valen mientras sean con el corazón, no por obligación.

Destacando esas diferencias que marcan los géneros y que no son tampoco tan distantes, los hombres se la dan de ser muy fuertes pero su mayor miedo es la mujer.
Temen a las féminas porque saben que una vez que la dama descubre su mayor debilidad puede tener un dominio sobre él. Y eso es algo que detestan, sentirse controlados.

Por ello, cuando un hombre se enamora, tarda más en desenamorarse. Ya que cuando es controlado y teme a la mujer que descubrió su “talón de Aquiles” sabe que delante de ella no podrá ganar, porque a esa fémina fue que entregó su alma y sus miedos.

En cambio, las mujeres siempre ilusas y vacilantes podemos sentir temores, deseos, pasiones y encontrarlos en lugares equivocados, pero no dejamos a medias la batalla del amor. Siempre luchamos por encontrar en un nuevo amanecer la cura de nuestras heridas. Ni siquiera morimos en el intento, porque no nos cansamos de intentar.

Y te topas con esa cajita musical que integra al amor. Mientras suena la melodía nos hipnotiza, y no paramos de escucharla. Una vez que se apaga pierde su magia. Y sucede así cuando no eres correspondido. Como un techo en plena noche… sin límites… como un callejón sin salida, negro y vacío.

Entre la soledad de querer refrenar esas ganas de estar con un ser querido, las que están en la mente y se pasan al cuerpo y en realidad no se pueden calmar. Es más que deseo, tentación, placer, anhelo… es una energía que te sacude por completo, porque en ese momento eres capaz de llegar al infinito… ese lugar que no tiene límites y del que no quieres alejarte si estás con quien quieres.

También hay quienes se acostumbran a estar con quienes no aman, pero si necesitan. Se amoldan a caricias que no esperan, se dejan arrastrar por valores como la compasión, dulzura, flaqueza, humildad, amistad y entrega.

Pero esa realidad ya entraría en el margen de lo que es la decisión. Cuando a pesar de que el  amor por una persona sea fuerte e irrefrenable, las circunstancias no determinen esa unión, sino la decisión de estar o no estar con ella. Y en esa balanza se necesita la mente de ambos, que piensen y anhelen lo mismo… que luchen por los deseos de dos corazones, capaces de ir contra la corriente del destino.

Y mientras el rostro diga que no, el corazón va a gritar que sí. Tarde o temprano nos damos cuenta que no son las personas las que giran en torno a un suceso pendiente, somos nosotros quienes no miramos adelante luego de que nos dejan, mientras el mundo da vueltas, la sociedad cambia, vemos nuevos romances y la historia sinfín sigue… tú eres quien no se da la oportunidad de encontrar a alguien más y ser feliz.

Luego nos topamos con el bajo porcentaje de casos en los que creemos que alguien no está pendiente de uno y sí lo está. Y a pesar de que los separe la distancia, siempre te recuerda y no lo demuestra. Solo el tiempo dirá si volverán a reencontrarse o simplemente esa etapa será cerrada.

Y podrás ser impaciente para cualquier otro tipo de sentimiento, pero jamás para el amor, es el único sentir con el que guardamos la esperanza de conseguirlo hasta el último segundo. Nunca es demasiado tarde para encontrarlo, ni para conocer, ni para seguir amando y mucho menos para reencontrarse en la eternidad.

Retazos que se pierden como las letras que poco a poco van llenando un texto… aquellos pedazos que quedaron regados en el pasado y llenan las líneas de páginas blancas. Y nunca podrás recordar el comienzo de lo que escribiste si vez el final de la historia, ya que cada detalle fue único y cuando sucedió fue desencadenando matices de emociones, difíciles de descifrar una vez que pasaron, veloces como una estrella fugaz…

Solo una vez nada más, todo pasa una vez, nada es igual… y en el momento en que todo sucede no se vuelve a repetir y queda acostumbrarnos a la realidad, moldearla nuevamente, como si estuviéramos empezando de cero… sin prisa, pero sin pausa.

¿Es la desilusión un sentimiento?… dicen que sólo lo son el amor y el miedo.

¿Cuánto podemos sacrificar sin darnos la oportunidad de ser felices?

Aún con la felicidad en las manos nos mantenemos inconformes y nos inclinamos a la parte masoquista, la cual vaga en nuestro interior.

Y es el comienzo de este texto aquello que ya no recuerdas mientras vas leyendo… asimismo queda en una de las “medias naranjas” ya no recordar a la otra… aquellos mensajes que mandaban al principio todos los días, las peticiones que no se olvidaban con el pasar de las horas, los besos que necesitan uno del otro… esas ráfagas de viento que se perdieron por el cambio de estación, el giro de la naturaleza… cada quien en su lado, inmóvil ante la distancia, que separa y aleja, pero es incapaz de converger y unir los cuerpos.

Miradas que se retrasan, mensajes que se obvian, dilemas que sacuden la conciencia.

Todo vuelve a un cauce, a su propio equilibrio desconocido, que solo conoce el amo del universo.

Y podremos devolver intermitentemente la memoria al pasado, pero nunca podremos regresar las vivencias.
Seguirán sonando aquellas canciones que sin pensarlo se volvieron costumbre de aquella época, esos detalles que vemos hoy en nuestro andar y sabemos que ya tienen un dueño en la memoria, las comidas que en ese momento particular eran pedidas, los lugares que traen recuerdos sutiles, aquellos pensamientos que nos hacen suspirar y sonreír en silencio.

Volverán de nuevo los recuerdos que empañan los ojos, ya sea por nostalgia o por alegría… simples memorias que cicatrizan pero dejan huellas… incapaces de olvidar.

Y verdaderamente, todo pasa una vez…  y si cierras tus ojos e imaginas que nunca ocurrió, será como un viento fresco…  si lo consideras sabrás que solo nos atamos al pasado por gusto propio, al final lo que importa es el suelo que pisamos, el presente en el que estamos.

Podrá importar todavía un recuerdo, pero ya no somos dueños de él…. Nadie es amo de la mente, a ninguno de nosotros nos pertenecen las memorias… solo nuestro cerebro es capaz de proyectarlas, tal como cinta de video, una tras otra… pero al terminar seguirá siendo una película, que pasó de moda con los años y de la que solo quedan críticas de la función y de los personajes.

Lo que nunca se pierde es la esperanza… en el fondo mantenemos ese elixir que nos hace soñar y nos lleva a lugares inimaginables… esa poción es capaz de transportarnos a aquellos momentos y anhelar un cambio de planes, un retorno en la historia y un volverá (para siempre)… porque de lo único que somos dueños es de nuestros sueños, los que nadie conoce y que aún frente al mundo empedernido nos mantienen siendo libres, sin ningún gobierno, deber o política a la cual regirse… esa libertad es capaz de trasladarnos al amor, aquel que vuela como pájaro, muy alto… a las constelaciones panorámicas de los sentimientos, aquellos sueños que nos hacen creer que las cosas siguen igual y que nos hacen reconocer, aún con el orgullo exterior de nuestra presencia, que en la parte interna de nuestro cuerpo estamos locos por decir que SÍ en aquel instante en el que estás con el ser amado. Porque un día es capaz de cambiar mil años, así como un verdadero amor es capaz de tumbar miles de conquistas.

“Y ahora permanecen la fe, la esperanza y el amor, estos tres; pero el mayor de ellos es el amor” (1 Co 13:13).

sábado, 27 de abril de 2013

¡Abajo cadenas!




La cadena irrefrenable que eslabón tras eslabón refrena nuestras aspiraciones. Desde el momento de pararse de la cama te topas con que no hay luz, apagones que sobrepasan muchas veces el tiempo acordado de racionamiento.

A la falla eléctrica se le suma la carencia de agua en el grifo, ligado a los mosquitos revoloteando con el hollín que se cuela por la ventana.

Te acercas al refrigerador y ya las presas se están descongelando al calor de la sequía. En la despensa donde antes no cabía ni un paquete ahora más bien sobra el espacio.

Cansada/o del apagón sales un rato al supermercado a comprar lo que haga falta pero al llegar te tropiezas con las colas de quienes se ponen la coraza de la paciencia y dejan transcurrir un tiempo sin fin entre la muchedumbre.
Lotes de productos básicos que antes estaban en exhibición se consumen poco a poco en los carritos, entre el vapor que produce la rabia y la impotencia.

Caras largas esperando lo inesperable, porque si hoy hice una cola pesada, mañana puede ser una peor. Un establecimiento tras otro lleno de pisadas de consumidores y los restos de plástico y paquetes rotos que dejó el anhelo y la desesperación de tener ese artículo que falta en tu morada, ese producto soñado, el que por años ha representado la tradición de un pueblo. Así sea harina, leche, papel, café, azúcar, aceite, mantequilla (…) cada artículo lo que causa son risas irónicas en los empleados del mercado, como si les hubiéramos preguntado si Dios bajó hoy del cielo.

Qué dirían las carreteras del país si pudieran hablar de los muertos que han teñido de sangre el asfalto. Sucesos que han quedado en el silencio de páginas que van y vienen de periódicos… (Es otro más del montón, no importa).
Pero ese “no importa” se convierte en un “a mí también me pasó”. Cuando algún familiar tuyo sucumbe entre los males que aquejan a la sociedad venezolana.

Y si pudieran los edificios y las calles hablar de la violencia que azota en las esquinas, de cuántos inocentes han pensado en los últimos segundos de sus días antes de perder su hálito por un delincuente. Malandros que sacian sus ganas de tener objetos materiales que les valen una y hasta millones de vidas en sus manos… muchas de ellas que no necesariamente son “ajustes de cuentas” como pinta el Cicpc, quien se conforma por investigar “por encima” y calificar la opción más fácil.

Morgues que se llenan a diario de cadáveres, donde no entra ni un alma más, donde el sentimiento se enfría por una rutina en la cual lo que menos se acaba es la muerte, cátedra favorita de muchos de los que ojean los impresos.

Medicamentos que dejan de existir, enfermos que deben conformarse con genéricos o con una sola caja de aspirinas que no llegan ni al mes entero.
Hospitales que carecen de gasas, inyectadoras, algodón y hasta de camas; porque sale más caro el remedio que la enfermedad y es mejor esperanzarse con no tener que pisar algún día un nosocomio. Esa realidad se liga a la negligencia de contados galenos a quienes  poco les importa una vida si tienen más de 100 aguardando en la sala de espera.

A eso se le suma la descabellada inflación y una moneda que más que ayudar empeora la situación social, un billete que representa al país pero que al parecer ya nadie sabe qué hacer con él. Carritos que en los noventa llenabas con Bs. 100 ahora necesitas más de Bs. 5 mil para hacerlo. Doctores que podías costear al mes te valen hasta la venta de tu carro para meterte en el área de quirófano de una clínica. Antojos de “bolos” te quitan lo poco que ahorraste para la semana.

Y no conforme con el estrés de no conseguir lo que buscas o de que no te alcance el dinero para nada, te topas con torbellinos de discusiones entre los que apoyan y repudian al Estado. Y que será de la sociedad, miedosa y encomendada al cielo para que ese próximo motorizado que está pasando por la calle no se antoje hoy de robar, o que el carro si amanezca en el garaje, que no te arranquen la cartera, que no te quiten el teléfono, que no se adueñen del apartamento en alquiler que tanto “te sudaste” para poder costear, que hoy sí te dé el chance de aspirar un crédito, que puedas conseguir la mercancía suficiente para que tu negocio no se vaya a la ruina… que HOY no te anoten en la lista de los que han perdido la vida.

Y hasta esos pequeños y grandes comerciantes que han dejado de hacer lo que les gusta o han tenido que sacar de su bolsillo para costearlo porque las ayudas del gobierno siguen “brillando por su ausencia”.

Aún preguntan ¿Por qué hay escasez? Pues esa es la misma cadena que pica y se extiende, que va desde la importación de todo lo que se podría producir aquí, de la misma deuda externa, de la ausencia de productores en el campo  (que se encomiendan a Dios para que no los maten los hampones de las zonas rurales), de esos distribuidores que se ven afectados por la inflación y aumentan; perjudicando al vendedor y mil veces más al comprador. Del mismo “acaparamiento” que hacen los buhoneros, aprovechándose de aquellos que buscan en un pajar sin conseguir ni una aguja, porque lo que te falte en tu hogar a ellos más bien les sobra pero al doble del poder adquisitivo.

Mareas de sueños que se pierden en los “NO”, en los carros que nunca podrás pagar, en las casas que nunca podrás tener, en esa clase media que pasó a ser pobre y en los pobres que pasaron a ser más necesitados de lo que antes estaban.

Y ahí siguen los damnificados en los refugios añorando un hogar; aquel que no perdieron por gusto, sino por designios de la naturaleza.

Son las promesas que tanto se nombraron y nunca se cumplieron.

Con las añoranzas de un gabinete moderno, de caras nuevas, de profesionales más aptos y que de seguro hoy están desempleados. Que no sigan intercambiando cargos a gente que durante casi 15 años no ha hecho más que cargar ese bolsillo de billete. Mientras que en las calles el bolsillo pesa… pero de la necesidad.

La voz popular que exige y no obtiene ganancias… mezclas de dicha y de horror ¿Quién puede arrastrar tantas cadenas y grilletes? Eslabón tras eslabón cerca de la deriva.

Y haces la cola porque no te queda de otra, se te espicha un caucho porque es que la calle sigue mala o la dejaron peor luego de meter una tubería. Se te dañó el repuesto del carro y tienes que esperar hasta seis meses para volver a manejar porque lo que necesitas también pereció ante la escasez. Pasas por la casa de tu amigo y que ni se les ocurra sentarse en el patio a las tantas de la noche si no quieren que los roben, y olvídense de portar oro o plata en la calle con normalidad. Aquí a cada quien le ha tocado su sancocho de infortunios.

Y llegas a tu casa y cuando al fin hay luz prendes el televisor, pensando que la tranquilidad tocó la puerta, pero cuando lo enciendes lo que ves es otra cadena. Ese corte nacional que solo anuncia mejoras donde hay pesares, palabras donde hay reclamos, sonrisas donde hay lágrimas, promesas donde hay resignaciones.

¡Venezuela GRITA y exige que se echen abajo esas cadenas!




viernes, 22 de marzo de 2013

La nación del eterno verano...



Eran probablemente las 5:45 pm del cinco de marzo del 2013, cuando escuché el comunicado por una emisora. No recuerdo el trivial de la misma, solo el mensaje, que de alguna manera parecía equivocado o era yo la que no lo podía creer. Hugo Chávez Frías, actual presidente de Venezuela había fallecido, luego de más de año y medio luchando contra el cáncer, enfermedad terminal que al final nunca supimos donde la tenía…

Su muerte, al parecer se había producido por “un infarto fulminante” a las 4:25 pm de ese día en el Hospital Militar de Caracas, lo que significó siete días de duelo nacional… Inmediatamente las especulaciones comenzaron a hacer estragos en las redes sociales y admitían que ya estaba muerto desde antes, luego de que prácticamente se fuera el 10 de diciembre del 2012 a La Habana –Cuba para intervenirse por tercera vez y hasta el día de su muerte no se tuvo una noticia fehaciente al respecto.

En lo que si coincidieron las criticas, comentarios, insultos e informaciones fue en la realidad: "el fin de una ERA" que muchos vivimos desde la niñez, desde aquel entonces, ese diciembre de 1998 cuando Chávez logró ganar la presidencia ante su seguidor más cercano en votos, Henrique Salas Romer.

Fue ese mismo año, que Chávez mencionó la decisión de crear una nueva constitución venezolana y citó aquellas mismas palabras de Simón Bolívar: “Aunque la naturaleza se oponga lucharemos contra ella y haremos que nos obedezca”… Palabras que para muchos críticos fueron como una profecía que sentenció lo que ocurriría en el estado Vargas y arruinaría por completo las navidades de ese año. El deslave, la tragedia más grande que ha ocurrido en Venezuela y de la que aún ese mismo territorio no se ha recuperado, ni ha vuelto a ser la gran zona turística que era en aquellos años noventa por sus playas y comercios.

Tendría yo unos nueve años cuando vi a Chávez por primera vez en televisión. No tenía la edad suficiente para votar pero le hacía caso a lo que decía mamá y si ella decía que el comandante no sería buen presidente, pues yo le creía. Recuerdo que el caso contrario fue papá, quien con su mente testaruda quería hacer su voluntad y seguía insistiendo en que ese era el presidente que iba a cambiar a Venezuela. Sin duda… LO HIZO.

Tengo 23… un sinfín de sueños y recuerdos por delante, entre ellos cada diciembre que he pasado en casa de mi abuela, de los cuales nunca falta la política sobre la mesa. Como olvidar que cada 24 y 31 de diciembre la pregunta era ¿Cuándo se va Chávez?… aquel señor de traje militar y boina roja que por un ligero momento fue derrocado el 11 de abril de 2002, para luego regresar a los dos días. Creo que ese hubiera sido el chance propicio para que él se fuera, ya que luego de ahí las cosas no volvieron a ser las mismas.

¿Por qué nada fue igual desde entonces? porque luego quienes decían que eran chavistas o quienes eran de oposición en realidad se han vuelto parte de un “mazacote” de decisiones. Los medios de comunicación cada día comenzaron a ser amenazados, algunos cerraron, algunos decidieron de la nada apoyar a la revolución luego de que eran los primeros que emitían críticas destructivas del Socialismo del Siglo XXI. Uno de los que fue incapaz de ponerse de rodillas fue RCTV, el canal que muchos conocimos desde niños por sus novelas emocionantes, algunas “culebreras” y programas chistosos como Radio Rochela; compuesta por actores que hicieron su escuela y su carrera en esos pasillos… ¿por qué recalco la presencia de ese canal? porque sé que la nueva generación no pudo tener el privilegio de pasar el canal 8 y ver el logo RCTV. Ese logo integraba nuestra identidad criolla y la de muchos de mis colegas periodistas.
Nunca olvidaré ese 27 de mayo de 2007, cuando a la medianoche la señal se fue sin más… esa pantalla de colores quedó negra. Pero oscura no solo de sintonía, sino también de esperanzas…

Era yo una estudiante de Comunicación Social e inmediatamente al día siguiente no hizo falta pisar la universidad. Las clases fueron suspendidas por los disturbios que se originaron a nivel nacional en protestas por las medidas gubernamentales… y por la idea de que Tves (canal del gobierno) hubiera reemplazado la señal abierta del canal opositor. De nada valió… hoy, luego de casi seis años RCTV no ha vuelto a la televisión nacional, a pesar de que no han dejado de emitir noticias por páginas web y redes sociales.

Lo que más impresiona de esto no es tanto la pérdida de un canal, ya que solo es uno ante muchos otros que han tenido que cerrar, o ante la gran cantidad de periódicos que no han podido seguir circulando por la falta de divisas, de papel, de tinta, de los materiales necesarios para trabajar…. Ante prohibiciones que día a día pone el gobierno. En tiempos actuales hay que ponerse una camisa roja, una gorra y salir a la calle a marchar, así no quieras dejar tu sitio de trabajo. Si no lo haces ofendes a la "PATRIA". 

Las emisoras también han sucumbido ante esa realidad e incluso ahora si los medios no pasan publicidades del Estado, o dicen lo que ellos quieren, son amenazados. ¿Qué somos realmente los periodistas entonces? ¿Acaso forma parte de nuestra ética dejar de ser imparciales y convertirnos en las marionetas del gobierno encargado? Y entonces ¿A qué se le llama libertad de expresión?... 

Hasta un animador famoso a nivel nacional, que incluso pertenecía a RCTV antes del cierre, osó ponerse de rodillas por Chávez… propio de un fanatismo absurdo. Dice una frase: “No podemos ponernos de rodillas frente a ningún gobierno, solo frente a Dios”. 

Y es que los seres humanos somos así, vivimos de un ídolo, necesitamos depender de algo que veamos. Pero qué son los gobiernos más que transiciones que vienen y van, los gobernantes son iguales que nosotros, un mortal más para el montón, que un día como hoy pueden estar muertos, como a todos nos tocará la hora.

Chávez, un hombre acostumbrado a hablar toda la vida, murió en el silencio… con un mensaje a nivel nacional de su fallecimiento, ante una lucha incansable de células cancerígenas… esa enfermedad que como cualquier vicio es capaz de destruir desde algo microscópico hasta una familia entera… un padecimiento que sin duda a nadie se le desea y menos a un hombre que a pesar de sus faltas cambió el país, logró preocuparse por los pobres, porque esas personas que se sentían recluidas fueran parte del sistema social, que tuvieran una oportunidad de surgir. Solo que muchas de sus políticas no fueron bien aplicadas.

¿Somos culpables acaso los venezolanos de que ahora en los mercados se sepa que hay azúcar, aceite, pollo, jabón, harina, mantequilla, café (…) por una cola en la entrada del comercio? Y que aún así tengas que recorrer hasta seis establecimientos para conseguir todo lo que buscas... A mis nueve años la única cola que se hacía era para pagar.

¿Somos culpables acaso de que en estos 14 años la inseguridad haya aumentado al colmo de que Caracas sea la tercera ciudad más peligrosa de América en el 2013?... que en años anteriores los paredones de las casas pudieran saltarse escalándolos y ahora todas parezcan una fortaleza llena hasta de circuitos eléctricos.

¿Somos culpables de que el Peso, que antes era una moneda por debajo del Bolívar ahora sea más fuerte?.... y que nuestra moneda que tanto nos enorgullecía ahora esté más pobre e inutilizada que hace 30 años…. Aún teniendo la bonanza petrolera más alta de todos los tiempos…

Por eso digo, si Chávez cambió el país LO HIZO... pero para bien y para mal.

Somos motivo de sintonía a nivel mundial… somos la sensación del momento, todo lo que pueda pasar es importante… ahora el 14 de abril volveremos nuevamente a los centros electorales, como hemos acostumbrado estos 14 largos años… sin tregua… el país donde más elecciones ha habido pero en el que no valen opiniones diferentes.

¿Qué harán ahora los chavistas?... controlarán también las redes sociales para que nadie opine al respecto… o nos limitaremos, entre chavistas y opositores a seguir insultándonos a diestra y siniestra, como si no hubiera más motivos para vivir que la política.... Rivalidades que han surgido de la nada, artistas que han sido ofendidos y agredidos por pensar diferente, aquellos que simplemente siguen a la revolución porque les parece que está bien lo que están haciendo.

No criticaré a ninguno de ellos, porque hasta aquel septiembre del 2012 que conocí a Chávez en una rueda de prensa me cayó bien… sin duda su carisma no tenía padrote, lo desbordaba a su paso, y sus palabras envolvían como aquel orador que sabe que es escuchado y que le apasiona serlo… provocaba de verdad sentarse a hablar con él, oír aquellas historias que pregonaba. “Con la cordialidad inmediata y la gracia criolla de un venezolano puro”, como citaría el propio Gabriel García Márquez en una de sus crónicas.

Pero ese Comandante en Jefe tuvo demasiada paciencia, seguridad (o quizás incompetencia), el ansia constante de control y poder, de vivir más años con la batuta de Venezuela en las manos que no pensó que la muerte nos llega a todos y ni siquiera sabemos cuándo… Y nos dejó así, sin más, esperando un nuevo desenlace, una nueva esperanza... en esta nación del verano eterno.

Seguimos en las mismas, tal cual como nos hemos acostumbrado los venezolanos (“mientras vamos yendo vamos viendo”), a la espera de que nos resuelvan los problemas… quizás fue ese mismo 2007 cuando dejamos de luchar y nos fuimos conformando poco a poco en las nuevas leyes, en las nuevas medidas, en la nueva escasez…. Dejamos pasar una Venezuela de promesas y nos convertimos en una de esperas.

Fue ese cinco de marzo el que quedará marcado para siempre en la mente de muchos… el que aún no creemos que haya ocurrido como ocurrió… Fueron tantas navidades esperando que por fin Chávez saliera del poder que hoy por hoy más bien algunos lo quisiéramos de vuelta para que termine eso que empezó…. Para que nos diga ¿Cuál era ese Socialismo del Siglo XXI que tanto pregonaba? Y del que hoy se están dando hasta en la madre a ver quién se queda con la mejor parte.

“A mí no me tumba nadie. Derrotar a Chávez es como tragarse un crisol de aluminio o una barra candente de acero. Ni muerto me sacan de Miraflores”… Una de las frases que dijo en vida y una de las que más me ha impresionado, y es que era un hombre que con palabras dejaba sentencias, escribía su destino… ¡Qué gran fuerza la que tiene la mente y el corazón! Esa seguridad que impartía a su paso, a si sea a fuerza de embustes.

Esa misma seguridad que una vez escuché hablar a mi papá, quien me dijo: “es que yo voto por él porque habla con aquel magnetismo propio de los lideres, habla tan bonito, que todo parece cierto”… Y ese magnetismo es el que le falta a muchos que no son como el líder carismático que siempre fue Chávez.

Muchos profesionales y muchos venezolanos que aún amamos este hermoso país, del cual no hay uno que se iguale, nos preguntamos ¿Qué pasará ahora?… será que no hay futuro para pensar diferente, será que seguiremos viendo la fuga de talentos, de amigos, de artistas, personas que buscan su destino en otras naciones y no precisamente porque no amen a este país… sino porque sienten que los años solo han causado retrocesos y nada de mejoras. ¿Será que seremos Cuba, pero no tan drásticamente, sino que poco a poco nos hemos ido convirtiendo en ella?...

Diversas incógnitas surgen en nuestra mente, y sin respuestas, solo podemos sentir miedo... No sé que pase el 14-A, solo sé que deberíamos tomarnos de la mano como venezolanos, como esos seres tan felices a nivel mundial, con esa chispa y esa humildad que nos caracteriza y levantar las banderas de la PAZ de una vez. Esperar lo que tenga que pasar y desear que algún día esto sea diferente, que el nuevo amanecer nos traiga los retazos, pero no la pérdida total de nuestra nación. 

Que así sea pieza por pieza podamos recuperar a nuestra hermosa Venezuela. El país en el que el sol brilla todos los días para decirnos que no perdamos la FE.

sábado, 26 de enero de 2013

Entrevista con el psicólogo

Bueno.... aquí les anexo un poco de mi imaginación... este es el primer capítulo de una novela que estoy creando. La cual un día desperté y quise escribir. Creo que a veces los escritores no tenemos frenos cuando se nos ocurre algo... espero comenten que les parece :)

                                                                         I

Entrevista con el psicólogo

Entré a la sala y vi la silla, tal como la usan en las películas, perfecta para contar lo que me estaba pasando. Deseoso de sucumbir de una vez en mis males, me dirigí a ella y caí sin pensarlo en un trance. Recordé porque estaba ahí. Sin duda alguna porque estoy loco. ¿Pero qué es la locura?


En realidad cualquiera puede llegar a ser loco. Es tan fácil serlo, sólo tienes que hacer y decir las cosas que te cataloguen completamente como un demente. No hace falta comportarse bien, quizás hacerlo lo convierta también a uno en un loco.
Andrew Williams, así se llamaba el psicólogo. Diría que no están tan cuerdos como uno se imagina. Creen que pueden resolver los casos de locura, cuando forman parte de ellos.
Matar a una persona no es pecado si te arruina la vida, todos hemos deseado alguna vez en la vida que alguien se muera. Que se desaparezca de nuestro alrededor, porque al fin y al cabo nos está destruyendo la existencia. Maté a una adolescente de 12 años. Me estaba molestando su presencia en el mundo. La degollé y asfixie con mis manos porque simplemente estaba molesto con mi mujer y vi a mi hija como un estorbo en nuestra vida. La discusión había sido porque no lleve a la chica temprano al colegio ¿Y qué? ¿No podía perderse un día de examen? ¡Puto sistema mundial de monotonía diaria! Naces, estudias, te reproduces y mueres ¿En qué momento vives?  
No creo poder diferenciar qué sentido tiene para el hombre estar con una fémina, si lo único que causan son molestias. No les falta una excusa para pelear, no pueden estar tranquilas sin recordarte que eres el malo y ellas las perfectas.


El psicólogo escuchaba con atención como el hombre contaba la historia de la tragedia, expectante y sin arrepentimientos. “Lo sacan a uno de sus cabales doctor”, decía Mathew Sanz, quien estaba internado en el “loquero” municipal donde se encontraban. “Ahora que llore a la hija y que acumule las peleas para un imbécil que se la aguante”.


Era irremediable estar todos los días sentado en la silla, escuchando una y otra vez las anécdotas de una sociedad perdida. Drogadictos, alcohólicos, estudiantes asesinos, madres con estrés…  un mundo cada vez peor. Andrew esperó que Mathew terminara de contar su historia y culminó la charla con un: “Continuamos mañana”.
Luego de que los paramédicos se llevaran al loco, salió de la lóbrega oficina para almorzar.

-          ¡Épale! ¿Cómo estuvo la sesión de hoy? – le preguntó Tom Fernández, el portero del hospital cuando estaba saliendo.
-          Bueno igual que siempre, un demente tras otro – respondió Andrew y bajó precipitadamente las escaleras para dirigirse a su automóvil.

Tom Fernández repasó con cuidado los cigarrillos que le quedaban en el cinturón. Acostumbraba esconderlos porque la cajetilla había aumentado una barbaridad y no pretendía alimentarle el vicio a nadie. Indiferente cogió uno del montón y empezó a fumarlo para sacudirse el estrés de un trabajo tan sofocante. El sudor le mojaba la frente. Lo único que calmaba el terrible sol era la débil brisa que de repente hacía ondular las hojas de los árboles afuera del hospital.
Una moto con dos individuos se estacionó de repente en el área principal de la entrada. Ambos cargaban chaquetas anchas de cuero negro que les formaban unos grandes brazos que no tenían. Manejaron drásticamente hasta estacionarse frente a Tom. Enseguida lo amenazaron con una pistola, pretendiendo que le diera las pocas pertenencias que tenía en la cartera.

-          Dame todo ahí, viejo.

El hombre les dio unos pocos billetes que tenía pero no sin antes recibir un disparo que le cruzó la frente y lo dejó desparramado en el suelo de inso facto. Los desgraciados huyeron rápidamente del lugar, llevándose algunos de los cigarros que quedaron en el suelo, a pocos metros del manchón de sangre que ya comenzaba a formar parte del cemento. Los oyentes reaccionaron rápidamente frente al cuerpo inerte del anciano. Quien a sus sesenta y dos años de edad sólo mostraba unas pequeñas arrugas de pata de gallina a ambos lados de sus ojos y con una mirada despavorida había fallecido sin esperarlo en el siniestro vestíbulo.

-          Era una persona muy buena, no merecía morir así – decía Samantha Sifontes, testigo del homicidio, en la puerta de la morgue. Mientras esperaba que trajeran el cuerpo para el respectivo tratamiento de autopsia.

Su hija Sara, de 15 años, esperaba junto a ella en la entrada y repasaba  con la mirada los ladrillos del lugar, por donde se veían algunos hoyos de balas que se habían disparado en otras oportunidades. La conmoción que sentía no se comparaba con nada en el mundo, sólo con la dura realidad de un país en el que todos los días matan a alguien nuevo. Increíble el hecho de leer los periódicos y ver de repente el nombre de tu familiar en primera plana. Las fotos sensacionalistas de miles de fotógrafos con la competencia de lograr el tubazo del día. Como si el dolor ajeno fuera el pago de un día de guardia.

Camilo Ferrer, fotógrafo de “La Gran Manzana” veía como muchas personas de la estancia repasaban entre sollozos que el individuo había sido una gran persona durante toda su vida.
- Pobre, hay que ver que cuando uno se muere todo el mundo te quiere, hasta los que siempre te quisieron ver muerto – pensaba el artista, examinando el ángulo más perfecto para hacer la toma rápido, sin ruido ni borrones. 

Indiferente a la realidad, lo único que esperaba el reportero gráfico era sacar la mejor  foto para que el diario al otro día aumentara sus ventas.
En realidad, a pesar de ser el mejor periódico local, tenía que competir con muchos otros que sin duda le hacían la competencia. Por ello, mientras más sangrientas y crudas fueran las fotos, muchísimo mejor.
Eso era lo que le apasionaba a la gente de la sociedad. En el momento en que compraban un diario, volteaban el volumen para admirar estupefactos cuantos delitos se habían cometido ese día. “72” homicidios en un día, una cifra que a muchos les parecería una barbaridad era común en los periódicos todos los días. Sobre todo si ningún lector se imaginaba que al salir a la calle fuera a ser sorprendido con la muerte.

- Perfectas tomas Ferrer, te felicito. Ya tengo la que va para la primera página – le dijo Manuel Semblante, director del diario al terminar de revisar las imágenes para hacer el cierre del día y proceder a ordenar la impresión del ejemplar.
- De seguro mi Señor, ya con eso aumentan las ventas del periódico en las calles. Hasta los pregoneros van a tener su día hecho – agregó Ferrer sonriente y tomando la cámara entre sus manos para revisar las mismas fotos que había bajado a la computadora y saldrían al otro día en el impreso.